Treinta y dos.

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Una tarde soleada Ross pasó por Laura después de la escuela, ambos chicos añoraban verse ahora que solo coincidían en algunas clases, Laura al verlo corrió a el y lo envolvió en un abrazo el cual fue correspondido casi al segundo.

—Te extrañe nena —Susurró el chico aferrándose a ella.

—Y yo a ti —Ahora fue el turno de la castaña la cual escuchó como los latidos de su amado se aceleraban por lo que sonrío ampliamente.

Se quedaron así por un buen rato antes de separarse y tomar la mano del otro y entrelazar sus dedos. Sus manos parecían haber sido hechas como piezas exactas para encajar con la otra. Con los dedos entrelazados para jamás soltarse. O eso sentían ellos, ellos eran el complemento perfecto, la pieza exacta de su rompecabezas.

Minutos más tarde se encontraban en el parque subidos a los columpios dejándose llevar por el vaivén de estos.

—¿Sabes algo? —Laura rompió el silencio y el rubio negó prestándole atención.— Cuando estaba pequeña y venía a este parque me sentía libre como si me quitaran un peso de encima.

—¿Por que te sentías así? —dijo curioso.

—Por que solo aquí podía hacer lo que quisiera, correr, jugar con una pelota, recostarme en el pasto a ver las nubes o estrellas cuando era de noche, era libre, solamente ahí era una niña feliz.

—¿Y ahora eres feliz? —preguntó temeroso por la respuesta.

Laura sonrío ampliamente y asintió.

—Por supuesto, soy muy feliz, y no tengo un por que definitivo. Por que el por que esta justo al lado mío.

Ross sonrío a la vez que se ruborizaba, tenía tiempo que su mejillas no eran cubiertas por el color carmesí que solo Laura era experta en teñirlas.

Pasaron varios minutos en silencio hasta que Ross empezó a mecerse en su columpio como un niño pequeño si ese parque le traía buenos recuerdos de su madre infancia a su novia, le haría que le quedasen muy buenos recuerdos a su lado. La morocha negaba divertida al ver la forma infantil de su novio y le pareció divertido por lo que igual empezó a impulsarse y dejarse llevar, el niño que llevaban dentro había salido a flote de una manera tan fácil que los hacia disfrutar de ese momento que estaban viviendo.

Cuando se aburrieron de los columpios Ross desordenó el cabello de la castaña solo con la simple intención de que esta lo persiguiera, empezó a correr en los alrededores del parque siendo perseguido por ella quién le gritaba que se iba a vengar.

—¡Cuando te alcance me las pagarás! —dijo en tono alto.

Ross solo se hecho a reír por que sabia que no haría nada a cambio de muchos besos y caricias, para cuando estaban agotados Ross se escondió detrás de un árbol y la miraba buscándolo y suspirando al ver que era imposible encontrarlo en un lugar tan enorme como lo era aquel parque. cuando vio que se dio por vencida camino sigilosamente hacia ella quién recogía su cabello en una coleta y entonces fue ahí cuando la cargó.

—!Ahhh! —La castaña ahoga un grito y empieza a intentar zafarse — ¡Bajame!

Pero Ross se hizo oídos sordos a los gritos de su chica y empezó a darle vueltas.

—¡Ross! ¡Estúpido niño. bajame!

—No, ahora menos que me llamaste estúpido niño.

—Que delicado —bromeo sin dejar de removerse intentando zafarse.

Ahora si creo que Ross había hecho su trabajo darle buenos momentos de ese parque junto a él.

Oye RubioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora