Alba estaba estirada en el suelo con un charco de sangre a su alrededor. Al lado, una navaja de doble hoja.
Corrí hasta ella, le tomé el pulso y............aún seguía viva. Pero no seguiría por mucho tiempo viva si no le tapaba la herida. Me saqué el chaleco, se lo puse en la herida y empezé a gritar pidiendo socorro.
Una profesora vino corriendo hacia mí con un botiquín de primeros auxilios.
Al cabo de un rato, ya apenas sangraba, la ambulancia acababa de llegar, el director estaba hablando conmigo y con el resto del internado.
-Haber, si no sale el culpable, todo será más duro que antes. Tenéis 3 segundos. 3...2...1... Nadie sale. Bueno, pues la sala de castigo está abierta. Los chicos van primero.
Los chicos hicimos una fila y fuimos hacia la sala de castigo. Yo estaba en el décimo puesto y mis amigos detrás de mí.
Cuando los que estaban delante de mí entraron, me tocó a mí.
Cuando entré, no me lo podía creer... eso era peor que las torturas que hacían en la Edad Media la Inquisición Española a los científicos y a los otros que estaban en desacuerdo con ellos, pero bueno, esto no era lo importante.
En ese momento, sabía porque mis amigos temían a las sala de castigo, bueno, eso no era una sala de castigo... Era una sala de tortura.
Había unas cosas tan crueles y malvados que no quiero ni recordarlos. Iba a recibir la primera tortura con el látigo por un señor alto y encapuchado, pero una mano me tocó el hombro, me giré y era el director.
-Tu no la recibirás. Se que eres amigo de Alba, no quieres hacerle daño y si lo has hecho no se porque la has salvado.
Me alegré mucho. Me fui con mis amigos.
-Nos vamos- dije contento.
Pero el director lo fastidió todo.
-Tus amigos lo recibirán. Aun son sospechosos de traer la pistola.
-Ellos no recibirán el castigo- me encaré.
-Dime un porque- cada vez se acercaba más a mi cara.
-Si ellos lo reciben- hice una pausa- yo también.
Calló un momento.
-Vale. Podéis iros.
Nos fuimos corriendo a nuestro cuarto.
-¿Cómo sabías que nos iba a dejar irnos?- preguntó Fer.
-Fácil- saltó Sergio- No quiere perder su mejor arma intelectual. Eduardo es como su putita- dijo con malicia.
Me reí para no pegarle una hostia.
-Tienes razón. Bueno, yo me voy a la biblioteca.
-Antes de irte, ven a secretaría. Llamaremos al hospital haber como está Alba- dijo Andrés.
-Pues vamos, corre- dije.
Bajamos r ápido a secretaría. Pedimos el teléfono y llamamos al hospital.
Una mujer muy amable se puso al teléfono y nos permitió hablar con Alba.
-Alba, ¿cómo estás?- dijo Sergio con voz muy dulce. Tenía cara de bobo. Normal. Estaba enamorado.
-Estoy mejor- dijo con debilidad.
-Cuando pueda voy para allá- lo pensó otra vez y rectificó- vamos, vamos para allá.
Fer cogió el teléfono.
-Tú tranquila cariño. Todo saldrá bien- intentó Fer para que Sergio no se llevara todo el protagonismo.