heridas del pasado, mi versión mi verdad 1/2

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Una mañana normal en Cristalis, con cielos despejados y hermosos sonidos emitidos por los pájaros de rubí y las mujeres, hombres y niños caminaban tranquilamente, pero, entre la multitud resaltaba la mujer más bella que el mundo allá visto. Su belleza solo podía ser comparada con la de Shanai, la diosa que se creía había creado aquel planeta y todos consideraban la reina de todo lo hermoso, incluyendo la vida. Sus cabellos blanquecinos corrían con el viento, sus delicadas manos agarraban una canasta con flores de oro, sus ojos eran alegres rubíes (uno morado y el otro azul) y su sonrisa era angelical, una autentica musa de tan solo 15 años.

-¡tome!- decía alegremente a cualquiera que se hallaba triste y, junto con una cálida sonrisa, le entregaba una flor en la mano. No le hacían falta pretendientes, todos los que la conocían, tanto hombres como mujeres, quedaban enamorados o encariñados de ella, era la envidia de muchas chicas que deseaban tener una hermana hací. En Cristalis nunca se envidiaba nada de nadie o algo, pero todos querían tenerla cerca por el carácter optimista, su corazón dorado y su belleza colosal.

-padre, ya llegue- entro por la puerta sonriente como siempre, puso su sesta vacía en un rincón y paso al otro lado del mostrador para darle un abrazo cálido y amoroso a su padre.

-mi pequeña- el viejo correspondió el abrazo, -no deberías salir siempre hasta acabar tus flores, sabes que en estas fechas es cuando ese demonio de tres lados aparece y se lleva a una jovencita-.

-no me pidas cosas imposibles, sabes que amo alegrar la vida de los demás- dijo con tristeza por lo que le pedía su padre, -después de todo mi nombre es herliz-.

-cómo olvidarlo, hermosa-feliz –su padre se burló un poco y saco una cajita con un pañuelo.

-¿Qué es eso padre?- pregunto curiosa.

-es un obsequio- el anciano se lo entrego a su hija.

La joven lo abrió con cuidado, le fascinaba la envoltura que cubría la caja donde estaba el regalo, pero sobre todo, le llamaba la atención que era lo que contenía. Levanto la tapa y abrió sus ojos con asombro, era un pañuelo. El pañuelo por el que miles de personas pagaban miles de monedas doradas, y se lo daban gratis, miro las iniciales de su nombre en él y sonrió complacida.

-padre, ¡es hermoso!- exclamo y beso la frente de su ya anciano padre.

-es un regalo para que recuerdes de donde provienes si decides viajar o casarte, siempre estaré contigo mi amada hija, mi única hija- el viejo sonrió complacido.

-sabes que jamás te abandonaría, mi lugar está aquí y no estoy lista para tener crías, ni siquiera deseo casarme-.

-algún día lo aras y ese día dirás: ''primero tendré que pedir permiso a mi guapo, amado y jovencísimo padre''- hizo una pose de tragedia.

-huy si como no-se echó a reír y el viejo la imito, eran lo único que tenían los dos, herliz a su padre, y el viejo a su única hija nacida antes de enviudar.

La mañana siguiente, Herliz salía a su rutina diaria regalando flores, no mucha gente salía ese día por el demonio Berlín Chippher, el padre de Bill, cada 50 años se llevaba una mujer o un niño para servirle en su mansión en una dimensión que nadie conocía, y ese era el día. Herliz estaba tranquila, era imposible que la eligieran para ser entregada al dominio ya que siempre se entregaba a una dama que estuviera en las mazmorras por terribles crímenes, aunque ella lo consideraba algo triste, nadie merecía tal castigo de ser daba como esclava para ser maltratada y humillada, ni los seres más odiados merecían sufrir. Ella siempre hallaba belleza en todo.

Camino con su sesta repleta aun, nadie salió ese día por el miedo que tenían, se dirigía a casa para pasar el resto del día haciendo coronas de flores con su padre. Hasta que vio lo que se parecía a un hombre horrendo vestido con un saco y pantalones desgastados sentado en un rincón de la vereda de la calle. Su rostro no era visible. Ella se acercó con la intención de alegrarlo un poco y hacerle compañía.

-hola, mucho gusto- se sentó a su lado con una sonrisa tierna.

-hola...-respondió con un tono oscuro en su voz.

-¿qué pasa? ¿Esta triste?- pregunto apagando un poco su alegría.

-si...estoy solo, todos huyen de mi...no me quieren-

-pues, yo no me iré, te are compañía si quieres- poso su mano en el hombro del desconocido.

-¿enserio? ¿No temes de mi aspecto?- pregunto levantando un poco la mirada, mostrando sus ojos oscuros y profundos.

-no, pienso que todo es hermoso, incluso los monstruos- le dijo sonriendo. –a excepción de Berlín Chipper...- pensó, odiaba admitirlo pero era al único al que no le daría su afecto ni aunque su vida dependiera de ello.

-pues... ¡bienvenida esclava!- el hombre levanto la cabeza mostrando su rostro, era el sínico demonio que ya la había agarrado de la muñeca fuertemente para evitar que escapara y ahora la miraba divertido por su miedo.

No pudo hacer nada más que gritar.

Todos salieron rápidamente, se horrorizaron al ver que la nueva esclava de aquel ser repudiado seria la criatura más amada del lugar...o así lo percibieron todos.

-¿y que paso después?- pregunto entristecida la castaña.

-se desvaneció, en una nube de humo junto esa cosa....y nunca la volví a ver- el anciano bajo la mirada.

-mi padre dejo de llevarse a chicas desde ese día, no se la razón, pero ya paro...Mabel...-el triángulo miro a la chica preocupado y, algo asustado por su reacción.

-¿Qué probabilidades hay de que siga viva?-interrogo.

-...bajas- el triángulo aparto la vista.

-entonces...la mujer seguramente sufrió y...la niña-Mabel reacciono.

-¿La niña qué?- pregunto Bill.

-tengo una idea de porque la venganza...-

En otro lado, en medio del bosque de Gravity Falls estaba una niña mirando atraves de una pantalla a los aventureros. Sonreía alegre y realmente calmada, como si empezara a vivir la alegría que seguramente nunca se le había concedido. Su ojo verde miraba curioso a su invitado, arnshold, el cual estaba atado con cadenas y una mordaza.

-están descubriendo la verdad...me agrada que descubran quien es el verdadero monstruo aquí- formo una sonrisa mientras su antiguo dueño solo hacia sonidos de dolor por las cortaduras y la carne abierta que le había dejado la pequeña con sus garras.- shhh tranquilo, no seré tan brusca como lo eras tú...pero, ¿te lo mereces?, después de todo, cuando yo gritaba piedad y me obligabas a servir tragos a esos hombres mientras trataban de tocarme...nadie me ayudo-.

y, sacando sus garras, empezó a herirlo.

the revenge of the starsWhere stories live. Discover now