Meditando y apreciando el departamento en su plenitud; como si de acumular energía se tratase, Ronald vislumbró un pequeño haz de luz proveniente de la entrada del A-202. A primera vista, se podría decir que su puerta está abierta unos cinco centímetros del marco, y la falta de persianas daba vía libre a la luz solar del otro lado.
Con un clásico gesto de alguien que está sufriendo una fuerte jaqueca, Ronald no da crédito a lo que ven sus ojos. ¿En mi apuro por salir a la tienda habré dejado eso así? -Se dijo al tiempo que rebobinaba su cerebro-, no lo creo. Podría jurar que oí la cerradura. Por más cansado que me sienta, no he olvidado eso. Nunca sería tan descuidado, mucho menos en estos barrios.
Luego de unos minutos observando su departamento desde la distancia, asegurando que estuviera vacío, Ronald subió.
Su departamento, pequeño y en lo absoluto lujoso, se encontraba tan desordenado como lo había dejado antes de marcharse.
-Las llaves, las malditas llaves... Esas causantes de mis pequeños, pero vitales problemas -musitó mientras se asomaba por la abertura de la puerta-. Se silencioso, Ron. Vamos, con sigilo.
A primera vista, no había nada fuera de lo común. La puerta debió haber quedado abierta al salir -se repitió-, debo ser más cuida...
[¿Que hay, Ron?]
Ronald la observó confundió salir del cuarto de baño.
[... Si que tardas en llegar. ¿Tom causó problemas otra vez?]
Rebecca al parecer llevaba un par de horas ahí, según daba la impresión había tomado un baño. Ronald tomó su tiempo para meditar la situación. Giró sobre su talones y cerró la puerta lentamente.
-¿Q-que haces aquí? -acercándose lentamente al sofá, mientras que ella permanecía de pie observándolo con una sonrisa.
[¿De qué habías, idiota? Llevo dos días contigo]
-No, no es cierto. -Ronald observaba a Rebecca de pies a cabeza. Salvo por su tez pálida, casi como una hoja, y su vestimenta casual, desprovista de colores. Era la Reb que él conocía.
-¿Cómo entraste? -Continuo- ¿acaso tienes llaves?
[Claro, y las he usado estos días]
-¿Las usaste hoy?
[...Si ¿sucede algo?]
-Y-y donde... ¿Dónde las dejaste?
La pálida Reb levantó su dedo lentamente y apuntó en dirección a la cocina. Su expresión era la de una juguetona confusión.
[... En el florero. Donde siempre.]
Ronald, preso nuevamente de su jaqueca, se siente obligado a tomar asiento. Inclinado hacia delante, sujeta su cabeza con ambas manos.
«¿Ronald que te sucede? -Murmuraba en su mente- ¿Esto de verdad está ocurriendo, o sólo es producto de tu exhausto cerebro? No lo entiendo. No lo entiendo, por Dios.
-Estoy cansado, tratare de dormir ¿sí? -poniéndose de pie al tiempo que le daba la espalda dirigiéndose a su cuarto-. Duerme en... Bueno, donde sea que lo hayas hecho estos días. Hablaremos mañana -cerrando la puerta de su habitación al terminar.
Esa noche fue la más larga de su vida, la chica pálida de su sala recorría el departamento tarareando Boogie Wonderland. La canción que siempre me recordaba a Reb y mis días de adolescencia se había vuelto cada vez más insoportable. Esa marcha de la muerte -como la denominó Ronald- se extendió hasta media noche.
La cabeza de Ronald era vía publica de pensamientos; palabras cruzadas, ideas, imágenes. Cada una de estas con un sentido único e individual, pero existiendo y apareciendo en el mismo lugar y tiempo: su mente.
Algunas palabras demostraban un egoísmo completamente ajeno; protestaban traición, enojo, y desilusión. Las ideas sugerían alejarse de todos, nadie quería estar con él por lo tanto podía cumplir sus deseos. Por otro lado, su cerebro tartamudeaba imágenes de Rebecca; cansada de él, disfrutando de su ausencia, feliz, alegre y, con Tony.
Pese a todo, Ronald se sentía cuerdo. Sentía como si esos pensamientos fueran de otra persona. Él sabía que no provenían de una mente sana, por lo tanto, siendo las tres y media de la madrugada, decidió levantarse.
Su cuarto, el cual debería estar a oscuras, se encontraba sumergido en una luz anaranjada. El reflector de la calle Hock, por suerte o por desgracia, iluminaba el departamento por completo. Ronald se incorporó lentamente y avanzo hacia la puerta.
-No se oye nada -dijo en voz baja-, espero haber imaginado todo «por favor que haya sido eso».
Haciendo girar el frio pomo de la puerta; Ronald sale a su sala.
Vacía.
Cruzando su sala, ya más aliviado que hace unos segundos, Se tumbó en el sofá, la luz anaranjada daba una sensación acogedora y hogareña.
-Debo ir al médico, lo que sea que me está ocurriendo puede empeorar.
Allí, sentado con la cabeza hacía atrás, mirando su anaranjado techo; Ronald repasaba una lista mental de las posibles causas de su insomnio. Pensó en investigar por internet desde su teléfono, pero recordó lo malo y perjudicial que esto sería sí leía demencia. Huía de la depresión, subir uno o varios niveles apostaba demasiado para él.
Ronald yacía durmiendo por primera vez en días, luego de haber despertado anteriormente, claro. El color que adquiría su departamento a esas horas era hipnótico, las noches anteriores el refugio de las sabanas y las luces interiores impedían verlo.
El descanso dura solo cinco minutos, un pequeño momento que desechó cualquier rastro del sueño de Ronald. Esta noche no descansará más -pensó-, será mejor que coma algo, muero de hambre.
Camino a la cocina posa su atención en unas extrañas marcas en el piso, marcas como de pisadas. Se toma su tiempo para meditar, pero su concentración no es la misma de sus años mozos. En fin -dice, y continúa su camino.
Cuatro de la madrugada, Hock A-202, desde la calle anaranjada se observaba un cuadro luminoso dentro de un paisaje oscuro. Si hubiera existido alguien que observara desde ahí: vería a Ronald de pie bajo el marco de la puerta de su cocina, con expresión de perplejidad y decepción.
-Sigues aquí ¿eh? -tocando su entrecejo-
La chica dormía en su comedor; posada de brazos cruzados sobre la mesa.
-Hey, despierta... Hey, Reb -tocando su cabeza-. Sé que no duermes.
Agitado su mano, aun con sus ojos cerrados.
[Vete, Ron. Claro que duermo.]
«Vaya loco, esto es ridículo. »
-Sé que ni siquiera estás aquí, pero, ve a mi cama. No la usaré mas esta noche.
Ahora posando su palida mirada en la de Ronald, reflejando una inmensa agonía.
[¿Por qué dices cosas tan feas? claro qué estoy...]
-Solo ve, Rebby. Olvida lo que dije. Ve.
La chica sobre su mesa guardo silencio, suspiro, y se encamino al cuarto.
Ronald, mentalmente destruido toma asiento en su comedor, donde hace un momento había una chica. Frio. «Claro que el puesto está frio, no había nadie aquí.»
Ronald permaneció en su cocina, imitando inconscientemente a la chica; recostado sobre su mesa hasta las seis en punto. Decidió no pensar en la situación inexistente que acababa de ocurrir en su departamento. Por lo tanto continuo su vida sin más.
La descolorida Reb ya no estaba ahí, ni en su cuarto, simplemente se fue.
-Esta semana iré al médico -sentencio mientras se lanzaba a su cama-. Tendré que hablar con papá, esa es lo peor de todo esto -frunció el ceño ahogando un grito con la almohada.
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Los [Deli]ríos De Ronald
General FictionRonald, un chico alegre y enérgico, que decae tras una larga relación, aunque no tan largo termino, se siente dentro de un sentimiento nuevo para él. La depresión no le sienta bien, está pasando por un repentino Insomnio, sus días son largos, extrañ...