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Lunes por la mañana, el sol se asomaba a lo lejos sobre ShiverTown. Ronald yacía despierto desde las tres menos cuarto. Esa noche, aunque se sintiera cargando un plomo en lugar de cerebro, no había logrado conciliar el sueño más de dos horas. Las luces del departamento A-202 se mantuvieron encendidas hasta el amanecer, evento que no pasaba desapercibido gracias a la falta de persianas.

«Vamos, nuevo día, nuevo Ronald —Se dijo a sí mismo—, ayer estuviste mal, muy mal. Podemos suponer que todo el mundo lo notó. Ya no más, pobre infeliz. No más.». Se puso de pie y comenzó.

En un piso desprovisto de vecinos, la televisión encendida toda la noche no implicaba mayor problema. Ni hablar del volumen de la música.

En su pequeña cocina de soltero, sonaban los clásicos de los setentas, para algunos Ronald no poseía un gusto musical demasiado sofisticado; "Earth, Wind & Fire","Bee Gess", "Dire Straits", eran algunos en su lista. Solía bailar con una mano en alto, realizando exagerados pasos disco. Nunca fue un problema bailar, mucho menos si lo hacía con Rebecca.

—La cocina está hecha un desastre —Dirigiéndose al tostador—, debo limpiar esto y preparar algo para comer. Tengo música, puedo hacerlo.

Tomó su pechera de cocina, un pequeño paño, y puso manos a la obra. Todo esto sin parar de hablar al aire.

—No puedo seguir así~ —Dijo mientras limpiaba las superficies con un ritmo tan o más viejo que su padre—, tengo que superar todo, olvidar todo, y limpiar todo.

No fue hasta que comenzó "Boogie Wonderland" que empezó a sentir un ruido extraño en su sala.

—No te preocupes Ron —Mirando los huevos que preparaba—, es normal oír ruidos con la música a este volumen. El cerebro juega bromas.

«Tienes razón guapo —Replicando él mismo con una sonrisa—, mucha razón.»

Continuo en lo suyo sin dar mayor importancia a lo que había escuchado.

Luego de unos minutos desayunando con "Toto" y "Fleetwood Mac", Ronald ojeaba y se deslizaba por Facebook; al parecer Reb estaba contenta, compartiéndolo con todos en una sonriente fotografía sobre su bicicleta.

«Tonta Reb —Pensó—, ¿Acaso no tienes trabajo? Deberías estar ahí burra.»

[«Déjala en paz —Comenzó la otra Reb—, de seguro pidió el día para salir a pasear~, antes también lo hacías.»]

No hubo respuesta de Ronald. Su atención estaba en otro sitio.
Con una cara confundida miraba el florero que estaba sobre el congelador.

«¿Mis llaves? —Arqueando una ceja en un gracioso gesto— ¿Que hacen ahí esas malditas?»

Las llaves que en dos ocasiones se habían extraviado, se encontraban descansando plácidamente dentro del florero de cristal. Ronald las tomó, las observó por un momento, y las colgó en su sitio. «Quédense ahí» sentenciando al tiempo que las miraba de reojo.

Pasado el mediodía, con el sol en su punto más alto, el pequeño departamento de Ronald estaba en su mejor momento. Hace un mes siquiera el A-202 estaba repleto de "Gente de lo ajeno", dicho con las palabras de Howard Griffo. Su dueño lo había reparado y puesto en renta para conseguir algún dinero de más, Ronald recordaba haberlo oído de la señora Uric, la mujer del minimarket que presumía no haber sido víctima de robos en lo que llevaba su local en funcionamiento.

—Mi niño —Decía la señora Uric—, tiene que'ser preocupao' con su cosa'. Yo lleo' más de cinco año, y estos joninos tipos no me han robao na. Vea bien. Deben de tenerme miedo, digo yo.

Los [Deli]ríos De Ronald Donde viven las historias. Descúbrelo ahora