5. Capucha

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Capítulo cinco.

El clima se ha exaltado estos días. El repiqueteo de mis zapatillas bajando por los escalones del metro provocó eco en la estancia, era un día de lluvia, no habían muchas personas. Era un jueves y las gotas de lluvia caían sobre la calle golpeando los parabrisas de los pocos coches que pasaban a toda velocidad. Pero el sonido se acalla en cuanto estoy bajo el metro y toda resonancia perdió repercusión.

La capucha del abrigo negro que llevaba estaba protegiendo mi cabello del viento abrupto de aquella mañana lluviosa

Estando bajo tierra todo ensordeció y fue mas fácil para las paredes que confinaban la estación percibir aquellos pisoteos. Imaginé que la lluvia dejó en casa un montón de holgazanes, justo debajo de las
cobijas, donde aunque me pesara admitir, me hubiera gustado quedarme cuando desperté y escuché el sonido de la lluvia. Al subirme al tren no me sorprendió verlo medio vacío.

El sonido de los trenes lejanos mezclándose con el eco de la estación y las pocas personas hablando entre ellas, era todo más perceptible. Las aceras están mojadas, pero ya no puedo saberlo porque una vez que entro todo está seco, parcialmente.

Saco el móvil para avisarle a Allison que iba de camino, como acostumbro hacerlo, cuando escuché unos pasos hacia mi y acto seguido un sonido particular llama mi atención, levanto la vista para ver al chico sentado en frente de mi.

Estaba comenzando a ponerme muy nerviosa, siempre estaba aquí y siempre tenia que mirarme, justo cuando pienso que no lo hace sus ojos encuentran los míos. Yo, inconscientemente, me llevo los dedos al cabello, para despistar mi nerviosismo, aunque eso no sirvió de mucho. El chico sonríe, enderezándose un poco más.

De pronto sentí nauseas y llegué al borde. ¿Cuánto tiempo iba a estar en frente de mi solo mirándome? No sé porque lo hacia, pero era raro.

El chico me miró con curiosidad ladeando la cabeza, como si estuviera haciendo el intento de descifrar mis pensamientos con aquella ojeada, pero no se lo permito, parecía una batalla de miradas de la no puedo desistir, ni quiero, sus lunares le bañan el rostro y soy capaz de ver que tiene demasiados.

Su mirada socarrona me hace pensar que espera que yo diga algo, pero llegando al borde de la situación no sé exactamente que decir, ni sé si seria una buena idea, pero de repente me encuentro hablando

—¿Qué estás mirando?— le pregunté.

No reconozco mi voz hasta unos segundos después, pero el chico no parece reaccionar en absoluto. Me sigue observando en silencio con la mirada ahora, un poco mas humorística.

¿Pero que le sucede? Joder, ¿y si es mudo?

—¿No hablas? — levanté una ceja.

Relamió sus labios y suspiro y de nuevo no dijo nada

Seguramente la he cagado y realmente era mudo. Me debato entre si seguirle haciendo preguntas o callarme, no entiendo muy bien el juego de sus miradas y no se como ser parte de el, pero no estoy segura de que quiera de todos modos. —¿Te han comido la lengua los ratones?— exigí y él ladea la cabeza. —¿Pero que tanto me miras?

Hizo lo que mas me sorprendió. Mete la mano en los bolsillos de sus vaqueros oscuros y saca unos audífonos, se los coloca en los oídos y finge, deliberadamente, que no estoy ahí apartando la vista

Jueves [Stydia] En pausa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora