Capítulo 4. Abraxas Malfoy

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—¿Qué es eso cariño? —preguntó su madre en cuanto regresó a su línea de visión.
—Medicina para el señor enfermo —respondió Harry.

Por mucho que en realidad disfrutará la idea de hacer a Abraxas Malfoy tomar una cosa sabiendo lo asquerosa que es, la verdad es que esa cosa que estaba haciendo era bastante ilegal, era imposible que un niño de su edad tuviera en su posesión, corrección, que la mayoría de las personas tuvieran en su posesión la mitad de los ingredientes que estaba usando.

—Ya veo —contestó su madre tratando de no sonar incomoda.

El resultado final de su mejunje era algo parecido al barro mojado, nadie sospecharía sobre un niño caminando con un frasco de barro. Claro que no era ni remotamente igual de seguro que el barro. Lo guardo en un frasco de cristal para controlarlo mejor.

Es similar a medicamentos muggles fuertes, aunque pueden sanar a una persona enferma, pueden matar a una persona sana. Así que era mejor que Harry escondiera ese ‘barro’ hasta que sea necesario.

No fue difícil convencer a sus padres que lo llevaran a ver al mayor de los Malfoy, tal vez sabían o sospechaban que era un mortifago activo, pero aún eran bastante creyentes de la idea de no asesinar. Una lastima que su hijo no lo fuera.

Pero por eso fue capaz de convencerlos de llevarlo con Abraxas. Fue llevado a San Mungo una semana después del incidente, al parecer el mago se encontraría con ellos allí. Sospechaba que habían hecho algún trato, hasta ahora se habían negado a poner a Harry en cualquier situación peligrosa.

—No quiero que te alejes de mí —dijo su madre en cuanto llegaron al edificio.
—Esta bien. —Harry obedientemente se quedó junto a su madre.

Harry aún no estaba seguro de que lado de la guerra tomar, de hecho esperaba que no lo obligarán a tomar ningún lado en la guerra. Esperaba que sus habilidades curativas fueran lo suficientemente llamativas como para asegurarle un lugar como neutral. En el peor de los casos mataría uno de los bandos.

Así que no se sentía para nada en conflicto por presentarse frente a un Mortifago para curarlo.

De hecho estaba a favor de la guerras silenciosa, son las más divertidas, ambos lados se encuentran desesperadamente tratando de encontrar una forma de destruirse mientras los demás viven su vida como si nada.

Harry no tuvo ese placer cuando la guerra se desató para asesinarlo, aún le parece increíble que todo el mundo fuera capaz de ponerse en su contra. Eso solo dejaba en evidencia lo peligroso que era.

Fue una sorpresa ver a Lucius Malfoy recibiéndolos. Buscó a su alrededor, pero no hubo ninguna señal de que el rubio menor también estuviera en las cercanías.

—No te alejes, cariño —susurró su madre aferrándose a su mano.
—Potter —dijo Lucius con despreció en su voz.
—Malfoy —respondió su padre con igual cantidad de desagrado.
—Siganme. —Lucius empezó a caminar por los pasillos, sin voltear a ver si mi familia lo estaba siguiendo.

Fueron guiados hasta una habitación privada, Lucius se quedó esperando afuera. Cómo entre después de mi madre pude ver que me enviaba una mirada examinatoria por el rabillo del ojo.

Abraxas se encontraba dentro, solo había una cama y él se encontraba sentado sobre ella. Se veía un poco más enfermo que la última vez, pero seguía conservando esos rasgos refinados. Quería bufar, parece que el Malfoy se niega a verse mal incluso así de enfermo.

—Señor Malfoy, quiero curarlo. —Harry fue el primero en hablar, la mano de su madre se apretó más contra la suya.
—Quiero ver que eres capaz de hacer niño —desafió con sus palabras las habilidades de Harry.

El niño de la destrucción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora