Nabo

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Durante sus primeros años de vida Tweek, noto que todas las personas tenían modos determinados de hablarle o mirarlo, odiaba la sensación de que lo odiaran, lo ponían nervioso muchas cosas, sobre todo por su codependencia con la dulce sustancia del café.

Había conocido al director de la secundaria cuando era más jóven, hace más o menos 6 años, la edad del hombre rodaba por los 24, había heredado el cargo de su padre, quien ya se encontraba muy enfermo, una tarde mientras Tweek, se encontraba jugando a ser un bárbaro, le gustaba poder verse como alguien fuerte y capaz, amaba tanto tener fortaleza.

El frío comenzaba a caer junto con la nieve, el pequeño rubio miraba como el viento movía las hojas, cuando logro escuchar una dulce y hermosa melodía, una canción suave, como un manjar para el oido, jamás en su vida se había sentido más atraído a algo.

Camino de entre las calles, pasando por los pequeños pasillos que había de entre casa y casa, sentía el frío en su piel, talvez debió irse a su casa desde que comenzó a nevar, pero estaba muy interesado, además los chicos lo habían dejado protegiendo el reino de los elfos, talvez ellos, ya se habían ido a casa.

La melodía cada vez era más fuerte y enérgica, jamás había escuchado que una flauta sonara tan dulcemente, parecía el sonido producido que se imaginaba en los cuentos de hadas, hermosos sonidos indescriptibles, cuando llegó a una hermosa casa blanca, con cerca del mismo color y enredaderas que subían por todas partes, era un espectáculo más que interesante, le recordó aquel hermoso jardín donde podía ver ala princesa Kenny.

Sabía que estaba mal, que no podía meterse en casa ajena, pero estaba muy interesado en saber que era, como era aquel que tocaba tan dulce melodía, encontró una avertura en la cerca, y entró por ella, no quería ser atrapado, sabía que estaría mal, pero tenía curiosidad.

Llego al patio trasero de la casa, donde pudo observar a un joven de más o menos 18 años, quien tocaba una bella flauta dorada, sus manos se movían con suavidad de entre el instrumento, su cuerpo se erguia, la melodía seguía su ritmo un sonido dulce y cálido.

Tweek, se sentó en el césped, cerró sus párpados con suavidad, y comenzó a disfrutar de la dulce melodía, su mente viajaba entre cada recuerdo feliz que llegaba a su mente, cosas simples que lo volvían alguien alegre y risueño.

Lo hacía olvidar los problemas, amaba cada momento que sentía que todo a su alrededor iba bien, cuando la melodía terminó, se dió cuenta de que él, también quería aprender a hacer eso, el chico después de terminar la melodía, bajo el instrumento y suspiró, para después decir.

- Ojalá mejorará como mi madre quiere.

Cuando se dió la vuelta para volver a guardar el instrumento en su estuche, vio al pequeño rubio, sentado parecía dormir pues parecía tranquilo y sereno, su respiración era pausada y relajada, se acercó a él, le comenzó a mover lentamente.

- ¡Hey pequeño!

Entre pequeños quejidos el rubio abrió lentamente sus párpados, cuando vio al chico cerca de él no pudo evitar gritar.

- Gha,¿que pasó?.

- Nada realmente, pero,¿ que haces en mi jardín?.

Tweek, dejó sus pequeños tic's, para sentirse avergonzado, se sintió absurdo al sentirse como un entrometido.

- Oohhh por dios, lo siento mucho.

Decía el pequeño una y otra vez, lo cual hizo reír al joven.

- Jajaja no, no puedo creerlo eres tan lindo.

El rostro del pequeño, se sonrojo, jamás nadie le había dicho lindo, y la sonrisa del joven, era contagiosa.

Sabor AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora