OCHO

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Volvieron a la isla de Akama al atardecer, con el tiempo justo para refrescarse y cam­biarse para la cena. Entonces, se instalaron en el salón, donde había aire acondicionado, para tomar algo antes de la cena. Y allí fue donde Tess conoció a Delia Branson, la mujer que había criado a Piers y Phoebe.

—Querida, se te ve radiante... —fueron las primeras palabras de la mujer al ver a Tess.

Estaba sentada y le sonreía.

Era un poco más baja que Tess, y tenía el pelo rubio ceniza, con una franja de canas que casi le cubría los ojos grises. Llevaba una falda sencilla y una blusa, y llevaba muy poco maquillaje. Era la genuina mujer de un millonario, una mujer muy natural y elegante a la vez. Además, parecía muy agradable.

Tess se sintió tensa. Se preguntaba si la mujer ha­bría deducido que ella estaba radiante por su hijo.

—El crucero bajo el sol tropical, señora Branson, con toda la belleza que hemos visto, sería suficiente como para sentirse radiante. Éste es mi primer viaje a Whit—sundays. Es un sitio muy bello.

—Sí... —dijo una voz detrás. Julius Branson le ofrecía una copa a Tess—. Nos gusta esto porque es muy ín­timo... y está virgen —su tono era frío, como si estuviese reflexionando—. Y queremos que siga así... así que ésta será tu primera y última visita.

—¿Va a venir a cenar con nosotros la tía Camille, Dee? —intervino Piers, molesto por la afirmación des­cortés de su padre.

—No. No vendrá. Prefiere no aparecer por aquí cuando hay... extraños —contestó Juliús, antes de que Dee pudiera abrir la boca.

—Tess no es una extraña, Jules —protestó Piers—. ¿No le has dicho que Tess es una amiga mía? Además, Tess es médica, y muy buena. Así que no diría nada que la incomodase.

Tess lo miró sorprendida. ¿Qué sabía él si ella era una buena médica o no?

—¡Ah, sí! Nuestra invitada es una mujer entregada a su profesión, Dee —dijo Julius, torciendo la boca, casi como un insulto.

Una mujer dedicada a su profesión... ¿Sería por eso por lo que le caía mal? Su esposa había dejado su pro­fesión al casarse con él. ¿Querría ver a su hijo con una mujer similar? Y encima, era una persona sin padre co­nocido, y estaba fuera de su círculo de amistades de la clase alta...

Evelyn fue a decirles que la cena estaba servida, una aparición muy oportuna.

En la mesa, fue Julius Branson quien dominó la conversación. Le hizo preguntas a Piers sobre varios asuntos de las compañías, sobre cuestiones legales, so­bre propiedades que poseía la familia y acerca de gente que conocía. Piers trató de incluir a Tess en las conver­saciones, sacando temas que pudieran interesarle, pero no sirvió nada, porque Julius volvía a los suyos sin se­guir la conversación anterior.

Lo único que hizo la cena soportable fue la llama que había en los ojos de Piers cada vez que la miraba, aunque ella sabía que estaba inspirada más en el deseo que en otros sentimientos. Ella también lo deseaba, no podía negarlo.

—¿Crees que tía Camille se molestará si vamos a verla después de cenar? Me gustaría que conociera a Tess —preguntó Piers a Dee.

—Yo... —Dee no pudo decir más.

—Es muy tarde —protestó Jules—. Debe haberse acos­tado. Pero me ha dicho que le gustaría verte por la ma­ñana, Piers, después del desayuno. Pero sólo a ti. No está con ganas de ver gente, me ha dicho. E incluso si tuviera ganas, yo no lo permitiría. Está muy débil, y se pone nerviosa muy fácilmente. Sabes lo frágil que es.

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