Javier y Javier se encontraban en cada extremo del puente. Caminaron el uno hacia el otro, uno alterado y otro calmado, hasta quedar frente a frente.
El alterado, temblando, dijo:
—Me contaron que en este puente uno se encuentra a sí mismo, pero esto no me lo esperaba...
—¿Y qué te parece? —preguntó el calmado.
—Es impresionante, no me lo termino de creer. Aunque no sé si me agrada o desagrada. Es muy extraño. ¿Tú no estás sorprendido?
—No.
—¿Cómo es posible que no estés sorprendido? ¡Esto es increíble!
—Es Ley que si existen dos de nosotros y uno está alterado, el otro esté calmado. Por y para el equilibrio.
—¿Equilibrio? ¿Qué con esa ley? ¿Por qué, para qué es?
—¿Por qué existe la ley de gravedad? ¿Para qué vivimos y morimos?
—...
—Así es la existencia.
—Bueno, digamos que así es la existencia. En ese caso, ¿por qué eres tú el afortunado y yo el desdichado? ¡Eso es injusto!
—¿Te parezco afortunado?
—¡Pues no estás sufriendo como yo!
—¿Ves alguna sonrisa en mi rostro?
—No, pero tampoco te ves afligido...
—Tú eres el que experimenta el placer y el dolor. Yo sólo experimento el equilibrio, la consciencia.
—¿Me estás llamando desequilibrado inconsciente?
—Nos estoy llamando.
—¿Entonces tú experimentas la paz?
—Podría decirse.
—¡Entonces sí eres afortunado! Si supieras cuánta paz me hace falta...
—Tal vez esta manera de vivir no te parezca tan afortunada como crees...
—Ya sé... Si te mato, podré suplantarte y experimentar lo que tú experimentas.
—Si me matas, tú también morirás, para que cuando yo renazca, renazcas tú también. Así es la Ley.
—¡La Ley, la Ley! ¡Esa maldita Ley! ¡No tiene sentido!
—Tiene más sentido del que imaginas.
—¡No! ¡No lo tiene! ¡Esto es absurdo!
—¿Quieres que intercambiemos vidas?
—¡Sí, sí! ¡Por supuesto! ¡De seguro tu vida es grandiosa!
—Yo no la catalogaría...
—Oye, ¿y por qué me ofreces esto? ¿En serio no te importa?
—No es que no me importe, sólo creo que realmente necesitas equilibrio...
—Wow. No sé cómo tomar eso, pero gracias, hermano.
—No hay de qué.
—Ah, pero mis seres queridos...
—También están del otro lado.
—Bueno... Allá voy.
—Allá voy...
Ambos respiraron profundo, caminaron a sus costados y siguieron caminando hasta llegar a la orilla contraria. El calmado sonrió por primera vez, y el alterado observó con suavidad.
Levemente excitados, se despidieron con una mano en el aire y dieron media vuelta para seguir su camino.
Una oleada de emociones invadió al calmado a la vez que una brisa de claridad refrescó al alterado, provocando que el uno comenzara a convertirse en el otro.
Javier, en su totalidad, pensó: «Lo mejor es no quedarse estancado».
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Cuentos Espirituales
SpiritualCuentos relacionados con el amor verdadero, el despertar espiritual, la consciencia y las virtudes.