No hay palabras. Aquí no hay palabras. Y si las hay sólo están en la mente de los presentes (más que nada en la mía). Los veo a todos y de esta forma se me figuran a nubes suspendidas en un cálido amanecer. Aquí afuera no hay ruido, todo es tranquilo. Lo más que suena es nuestra respiración. Las inhalaciones y exhalaciones son completas; los abdómenes se inflan y desinflan como si fueran de recién nacidos... Oh, ahora que pongo más atención, también se escucha suavemente el rumor de las hojas y el cantar de los pájaros, de seguro porque la ventana se quedó un poco abierta. Pero no importa, porque como esos sonidos nunca podrán ser considerados perturbadores del silencio, no hay porqué silenciarlos...
Mi exterior es tranquilo. Sería grandioso decir lo mismo de mi interior, pero en él aún hay palabras... Bueno, tengo que darme crédito, por lo menos ya no aparecen atropelladamente como antes. Conmigo las palabras surgen como las ondas que causa una piedra al ser aventada al mar para hacer patitos: una por una, con calma, hasta que la piedra se hunde y otra vuelve a ser lanzada...
Dicen que las palabras son una forma de jerarquización, que al nombrar una cosa ésta adquiere mayor valor, y que las demás, por no ser nombradas, adquieren menor valor. De ser así, entonces en el silencio todo adquiere el mismo valor. Y sí, este momento me permite confirmarlo. Ninguno de nosotros es más ni menos que los demás. Aquí hay silencio y por eso se puede sentir este lazo de equidad y unidad. Es maravilloso que los maestros del silencio sientan esta conexión en su máximo esplendor... Algún día la sentiré. Sí. Por el momento sólo me queda aceptar y agradecer ser aprendiz del silencio...
Es curioso, estar en esta situación no me hace sentir ni en un mundo ni en el otro. No soy visible ni invisible, más bien transparente. Mis compañeros, en cambio, parecen ser invisibles. No estoy diciendo que no los pueda ver; los veo, a los diez, sentados en círculo, erguidos, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Pero ya no son sólidos. Pareciera que todo en la habitación ha dejado de ser sólido para pasar a ser pura energía, que el silencio externo ha envuelto a mis compañeros de tal manera que los ha convertido a cada uno en el silencio mismo. Ellos ahora son insonoros, invisibles, y yo transparente. Pero eso no me causa conflicto, porque sé que ellos pasaron por lo que estoy pasando, y que, con paciencia y disciplina, algún día alcanzaré su nivel...
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Cuentos Espirituales
SpiritualeCuentos relacionados con el amor verdadero, el despertar espiritual, la consciencia y las virtudes.