Capítulo 3

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Al oírle me dió un escalofío, estaba nerviosa, no sabía qué iba a pasar.

-Necesito saber algo y tu me lo vas a contar.
Él se acercó a mi y me miró fijamente a los ojos.
-¿Dónde se han escondido tus padres?.
Le miré confusa.
-¿Mis padres?-Me agovié al ver que no recordaba nada de mis padres, no sabía quién eran, cómo se llamaban, dónde estaban y lo peor, no sabía ni si me querían-...No se.
Él me miró, parecía furioso-¡Niña no mientas!¿Dondé están tus padres?

Sentí cómo mis pulsaciones se empezaban a acelerar, estaba temblando y me sentía muy asustada.

Estoy diciendo la verdad, no lo se- le dije intentando que no me temblara la voz, porque no quería que notara que estaba nerviosa.
-¿Con que no quieres hablar eh niña?-Él me miró sonriente. -Pues eso tiene un castigo.

Varios hombres aparecieron en la sala, no sabía que estaba pasando, pero sabía que no era nada bueno. Unos hombres me ataron las manos con cuerdas. Estaba muy apretado y me sentía muy incómoda.
Retrocedí unos pasos asustada al ver entrar a un hombre con un látigo. Pero en seguida me empujaron al frente. Todos estaban mirándome sonrientes, parecía que se iban a divertir con lo que iba a pasar.
El hombre del látigo se acercó a mi, estaba muy asustada y quería salir corriendo de allí, pero no podía, tenía que aguantar.
El hombre lanzó un latigazo y sentí como me desgarraba la piel rápidamente y sin piedad. Solté un grito al sentir un dolor terrible y en mi espalda.Me arrepentí en el momento en cuanto escuche las risas.Me prometí a mi misma que no volvería a darles esa satisfacción de volver a oírme gritar. Pero en seguida sentí como el látigo se volvía a incrustar en mi espalda arrancándome la piel pero esta vez apreté los dientes guardandome el dolor aunque notaba como la sangre bajaba por mi espalda. El hombre, al no oírme, guardó silencio y volvió a lanzarme latigazos. Uno tras otro, cada vez con más fuerza. Yo estaba temblando, se me empezó a nublar la vista y mis piernas fallaron. Me caí al suelo de rodillas, sin embargo, el dolor no paro, los latigazos seguían y no podía aguantar mas, solo quería que eso se acabase ya. Oía a la gente riendo y vitoreando. Sin embargo, yo no podía pensar en otra cosa que en el látigo golpeando mi espalda una y otra vez...Sentía el sabor la sangre en mi boca, era repugnante y doloroso. Deje de oír y ver poco a poco y acabé desmayándome. Cayéndome fuertemente contra el suelo.

El Secreto Entre Dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora