En mis zapatos [Chloé Bourgeois]

Verde

Verde era tu mirada
Verde era tu espada
Verde era tu color
...

No volví a verte por varios días, incluso semanas. Pensé que no cruzaríamos miradas nuevamente hasta que mi padre metió cartas en el asunto.

—No puedes seguir faltando.— me reprochó con sus dedos sobre el puente de su nariz—Perderás el año.

Mejor aún, así ya no tendría que verte por el resto del año escolar, aún quedaban dos trimestres.

—No me importa.—Respondí con rabia y dolor pues en realidad, anhelaba verte.

Mi padre comprendió que algo me afectaba, que tenía un problema. Normalmente yo enfrentaba el mundo con la frente en alto pero esta vez, la situación me había superado.

—Mi princesa.— Murmuró acercándose a consolarme.

Nunca pensé que llorar sería un alivio. Solté todo, confesé lo que sentía a mi padre que se sintió molesto al saber como me habías tratado Adrien.
También le revelé la identidad de Ladybug, la causa de que tú me hayas abandonado.

Obviamente mi padre no se quedó de brazos cruzados, quería hacerle pagar por todo mi dolor.

Pero eso sólo desencadenó un akuma.

Mi padre causó estragos en la ciudad y obviamente ustedes, el dúo perfecto en todo aspecto, apareció a combatirlo.

—Pagarás Ladybug por haber herido a mi princesa.

Tú inmediatamente supiste que le conté todo a mi padre, incluyendo su identidad. Me acerqué a la pelea para intentar detener esto, enmendar mi error, pero tú sólo me miraste sin decir palabra alguna.

Esa mirada tuya, de un verde intenso que tanto anhelé que me mirara, lo hacía de una forma fría.

Me heriste aún más.

—Mantente fuera de esto, Chloé.— Pronunciaste mi nombre con asco.

En tu distracción conmigo, Ladybug fue violentamente golpeada, causando una oleada de ira y poder.

Algo nuevo había despertado en tu interior.

Con tu nueva habilidad adquirida, hiciste una espada verde que te permitió herir de gravedad a mi padre.

Sabía que era para salvar la ciudad pero no pude evitar sentir que lo lastimabas a él en verdad, que el poder de Ladybug no sería capaz de curarlo. No quería estar de brazos cruzados, viendo como mi papá perdía la vida.

Cada vez que empuñabas con más fuerza la espada, verde resplandecía. El verde era tu color, se notaba a kilómetros aquello, incluso yo lo sabía desde niña.

El alarido de dolor de mi padre pareció provocar un »click« en mi mente, apagando mi razonamiento.

El siguiente corte yo lo recibí.

Me había metido entre ustedes, queriendo detener la pelea o al akuma para evitar este escenario doloroso a mis ojos. Parecía que te desquitabas con mi padre.

Pero sólo salí herida.

Segundos antes de caer, ví tus ojos tan furiosos, llenos de rabia que me dió un escalofrío. No logré ver si te habías preocupado al haber procesado lo que acababas de hacer; algunos rumorean que lloraste al pensar que había muerto pero nunca lo sabré.

Aunque también dicen que tu llanto en mi honor, desató la furia de una azabache.

Verdes eran tus ojos
Verde era tu enojo.