La leyenda del anillo

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Dublín, 14 de febrero de 1952

Querida Ana,

Como has podido ver en el remite, no te escribo desde Londres. Desde hace una semana estoy de viaje de estudios en... ¡Irlanda! Irlanda es un país mucho más rural que Londres y ún más lluviosa. Creo que debe parecerse mucho a tu pueblo, Ana, por cómo me lo describías.

Mateo quiere que hoy vayamos a un bar típico irlandés. Dice que conoce a alguien que conoce a alguien... Pero antes quería preparar esta carta y enviarte el pequeño regalo que le acompaña. Imagino que no te habrás resistido y habrás abierto el sobrecito... Si no lo has hecho, hazlo ahora. Vamos... es para ti. ¿Lo estás viendo? ¿Lo tienes en la mano? Es un anillo... pero no uno cualquiera. Es el anillo de Claddagh. Lo compré en Galway, donde nació la leyenda del anillo.

Dicen que un hombre de allí llamado Richard Joyce emigró para trabajar con la esperanza de casarse con su amada a su regreso. Sin embargo, el barco fue capturado durante la travesía y Joyce fue vendido como esclavo a un orfebre musulmán con el que aprendió este oficio. Cuando el rey Guillermo III subió al trono, solicitó la liberación de todos los prisioneros británicos. Richard Joyce quedó en libertad después de catorce años... y Joyce volvió a su hogar para casarse con su amada. Por eso diseñó un anillo como símbolo de su amor. En cuanto el dependiente me contó la historia, compré uno. Me dijo que si se lo regalaba a la mujer que amaba, era lo mismo que decirle que la amaba para siempre, pasase el tiempo que pasase, sin importar la distancia.

Te quiero.

Alberto.

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