¿Olvidarte? Ni puedo,ni quiero

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Londres, 25 de abril de 1952

Querida Ana,

Han pasado dos meses desde mi última carta. No es que no haya querido escribirte durante este tiempo... es que no podía. Desde que me trajeron aquí a Londres he estado ahorrando. Ahorrando para escaparme de aquí, para viajar a París, para ir a buscarte...

Todos estos meses he estado sin ir al cine los domingos, sin fumar, guardando en una caja todo el dinero que mi padre me enviaba para mis gastos. Hasta había empeñado los regalos que Gloria me había hecho estas Navidades. Y a finales de febrero exploté.

Aproveché una tarde que teníamos libre para escaparme a la estación y coger el primer tren que salía hacia Dover. Mi idea era llegar allí coger el ferry que lleva a Calais, y después viajar a París... Sí, ya sé lo que estás pensando, tú te habrías dado cuenta antes que nadie. ¡El pasaporte! Vaya hombre de mundo estoy hecho... Sólo me di cuenta segundos antes de pedir el billete para el barco. A partir de ahí fue todo muy rápido. La policía, la llamada al internado, el tren de vuelta, mi padre al teléfono... Imagínate el resto.

Hasta mi padre ha venido a verme. Que esto no puede seguir así, que tengo que madurar, que te tengo que olvidar... ¿Olvidarte? No saben lo ridículos que me parecen cuando me dicen que te olvide. Te quiero, Ana. No te olvido, porque no sé cómo hacerlo... ni tampoco quiero. 

Alberto.

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