La despedida

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Aaxia se enjugó las lágrimas en su bonita túnica de un inmaculado color blanco. Sus padres le habían enseñado a guardar siempre las formas y ella siempre había obedecido a sus deseos, pero aquella vez fue incapaz de contenerse.

- Tienes mucha suerte, Xia. - mintió su padre. - Luke sólo admite a 6 aprendices más en su templo, y estás destinada a formarte para seguir la senda que guió a tus abuelos.

Aaxia miró a su alrededor. Evitaba fuertemente mirarles a los ojos.

- Papá, Mamá... - gimió. - No quiero dejaros solos.

- Pequeña Rosa Malreaux - espetó su madre, cortante. - ¿Qué te preocupa? Nosotros estaremos bien. Estaremos esperándote hasta que vengas portando tu propio sable láser. - sonrió.

Aaxia se dejó convencer por un momento y miró fijamente a los ojos de su madre. Fue entonces cuando volvió a sentir aquél latigazo en la nuca; Miedo, destrucción, la necesidad de poner a su pequeña, educada desde tan joven para ser canciller, al hospicio de la orden más pura que conocían, muy lejos de allí: En los confines del universo. Emociones que a la edad de 10 años le eran totalmente ajenas.

Aaxia empezó a llorar una vez más. Era extraño que aquella niña de modales impecables hubiera adoptado una postura tan dramática ante un evento que debía henchir su pecho de orgullo.

- Pequeña, tienes que irte. - su padre le tocó el hombro mientras ella evitaba su mirada a toda costa. - Tu transporte ya está aquí. Y no vas a estar sola, te mandaremos correspondencia cada 20 rotaciones.

La niña asintió. De nada le sirvió en el pasado hablar de las intensas sensaciones que había leído en los ojos de los demás y de nada le serviría en el presente, aunque su deseo era dejarse llevar por sus emociones y contarles todo cuanto sabía, decirles que no pasaría nada, que estarían juntos. Pero de nada serviría.

- Cada 20 rotaciones. - se enjugó las lágrimas.

- Sí. Hasta que vuelvas para proteger todo cuanto estamos construyendo. - dijo su madre.

Aaxia asintió. Quería creerse que sería así. Sonó un ruido sordo y la compuerta de la dársena se abrió. Sus padres dejaron varias maletas en la cápsula de la lanzadera planetaria y despidieron a su hija con un tierno beso en la mejilla.

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