La Antigua República

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Luke entró acompañado de su canónico droide, R2-D2, y el singular ruido de sus rodines en las baldosas de la biblioteca.

Como de costumbre, Ben era el único que permanecía allí tras la última de las meditaciones. Los demás aprendices solían llevarse los libros a sus habitaciones o charlar en las zonas comunes, pero a él no le daban los brazos para cargar con todos los tomos que pretendía leer.

- Tendremos que hacer algo con el problema de la humedad. - dijo el joven a su tío sin apartar la vista del volumen IV de 'Instituciones de la Antigua república'.

- Uno de tantos pormenores que no alcancé a imaginar cuando opté por una vida austera. - Luke suspiró mientras ojeaba los múltiples estantes llenos de libros. - Desde que tienes a tu aprendiz te encuentro más equilibrado. Tu emoción se ha contenido. No me equivoqué al elegirla para ti.

Ben cerró los ojos.《Elegirla para él》, como si aquel templo y sus integrantes fueran la colección de muñecas de una niña caprichosa.

- Sólo me diste una distracción innecesaria que me impide centrarme en cosas más importantes. - Ben resopló. Aaxia tenía un alto nivel de percepción que se había preocupado en esquivar durante dos años y medio, lo cual había supuesto una preocupación elevada.

- Ben. - Luke miró al suelo con semblante acusadamente serio para luego dirigirle una intensa mirada de preocupación. - No has parado de dudar de mis enseñanzas desde que empezamos tu formación. Tienes gran sintonía con la fuerza, pero hasta los más fuertes pueden caer en las trampas del lado oscuro. No le estás dando a esto la consideración que requiere.

Al joven se le heló la sangre y sintió una punzada de ira y decepción. Pese a sus múltiples ramalazos de rebeldía, jamás habría imaginado que su maestro, su tío, pudiera dudar de él. Respiró profundamente antes de cerrar el libro y guardarlo en su túnica para marcharse a su habitación.

La puerta se cerró tras el joven y el eco del portazo resonó por toda la estancia. Luke sabía que la edad de Ben era complicada, y que los genes de sus padres lo incitaban a ser un idealista con facilidad para las contestaciones mordaces, pero por mucho que valorase esos rasgos tan queridos en su sobrino, Ben ya había dejado de ser un niño y se escapaba de su control.

El joven se dirigió a su habitación con paso agitado. Le era indudablemente difícil ocultar su estado de cólera. Sobrepasó el comedor, donde sus compañeros charlaban. Pese a notar como Kira le dedicaba una de sus frecuentes puyas, el joven no pudo escucharla. Los oídos le hervían con el pitido de la rabia.

Al llegar a su habitación cerró la puerta de un golpe y reposó su espalda contra ella. Tiró el libro a la cama en un ademán violento y profirió un sonoro grito gutural.

Había sido apartado de sus padres y arrastrado al confín de la galaxia para vivir en una rudimentaria cabaña y adaptar su vida a las exigencias de su tío, había sido obligado a cargar con la estela del apellido Skywalker y su impronta en la historia, a revivir sus errores y logros en la mente de cada uno de los individuos del sistema, había dado todo cuanto conocía por su conexión con la fuerza, siendo un títere más de un destino que guiaba cada uno de sus pasos y no le otorgaba capacidad de decisión más allá de la estructuración de su propio pensamiento.

Y ahora era precisamente esa libertad la que estaba alejándole de las enseñanzas de la única persona que permanecía a su lado.

Pegó una patada al libro para tirarlo de la cama y se tumbó en ella de un salto mientras trataba de contener, sin éxito, sus lágrimas de impotencia. Tras una breve lucha contra sus emociones, cayó dormido por el agotamiento.


- Historia. - Ben puso ante su aprendiz el primer volumen de 'Instituciones de la Antigua república' y se sentó delante de ella.

- ¿Es necesario aprender TODO esto? - se quejó Aaxia. - Eso no pasó hace unos... ¿20 años?

- ¿Insinúas que no merecemos conocer más de 25.000 años de historia porque todo aquello concluyó hace 44? - Ben torció el gesto. - Tanto la nueva república galáctica como el resto de los iniciados en la fuerza parecen querer olvidar todo ese periodo. Pensé que tú, como hija de diplomáticos, serías más inteligente.

Aaxia captó el intento de manipulación de Ben rápidamente, pero se dejó seducir por la pasión con la que hablaba.

- ¿Qué conoces de la antigua república? - Ben se levantó y comenzó a pasear por las estanterías de la biblioteca.

- Era un sistema de gobierno con capital fija en Coruscant, que era la sede del supremo órgano unicameral, el senado. - Aaxia ojeó el libro que tenía delante. - No sólo tenía representación cada uno de los planetas del núcleo, sino además los gremios.

- ¿Cómo se votaba a sus representantes? - Ben prosiguió con su errático paseo entre las estanterías.

- Tenía un sistema parlamentario... - Aaxia comenzó a leer el libro de texto de forma literal. -... Ya que no existían elecciones directas para elegir al máximo cargo de la cámara, el canciller supremo, y los territorios se legislaban en base a un sistema federal.

- ¿Y qué pretendía conseguir esta unión interplanetaria? - Ben se giró hacia la joven. - Y ahora sin leer. - Sonrió.

- Eh... - Aaxia dudó. - Supongo que buscaban lo mismo que tenemos ahora. Una unión económica y de defensa que permita la libertad y la paz en la galaxia.

Ben no pudo ocultar una pequeña sonrisa.

- ¿Y cómo iban a defender la República si no contaban con un ejército propio?

Aaxia reflexionó. La República no había tenido más líneas defensivas que las territoriales, las milicias planetarias y la...

- Con la orden de los caballeros jedi.

- Exacto. - Ben cogió otro de los libros de la estantería y lo puso encima del libro abierto sobre la mesa. En su portada rezaba 'Política e instituciones de la Orden Jedi'.

- Ya sabes los rangos, Iniciado, aprendiz, caballero, maestro y la élite diplomatica: Los miembros del consejo. - inquirió Ben abriendo el libro y pasando las páginas rápidamente hasta parar en una de ellas. - Lee.

- El Consejo jedi era elegido por sus propias reglas internas, basadas en un sistema de meritocracia, y sus decisiones no debían responder ante nadie. Gozaban de total discrecionalidad para tomar decisiones militares en periodo de guerras.

Aaxia miró a Ben extrañada. No sabía adónde quería llegar con tanta charlatanería política. Apenas podía comprender del todo los órganos que formaban el consejo actual.

- ¿No lo ves? - Ben sonrió. - La estabilidad de toda la república recaía en manos de una institución religiosa que decidía a quién prestar apoyos según sus propios intereses, autogestionada y regida por sus propias leyes internas. En la práctica, eran aquellos planetas o gremios que mayores recursos poseían los que lograban imponerse sobre otros sin que la orden hiciera nada por impedirlo.

Ben paseó agitado entre el pasillo de estanterías.

- Les hacían pensar a todos que vivían en un sistema democrático y libre, pero ¿Hasta qué punto es normal que una secta religiosa tenga más poder que el senado? ¿Quién regula el poder de los jedi para ser legisladores, jueces y verdugos?

Aaxia le miró perpleja. Jamás había puesto en duda la voluntad de la orden ni su importancia como pilar fundamental de la República, pero esta lectura cambiaba toda aquella utopía de paz y prosperidad que le habían contado sus padres.

- Lo extraño no fue que hubiera una trama de corrupción implícita tanto en el senado como en la orden jedi que acabase con la República. Lo extraño es que aquella pantomima durase tantísimo tiempo, ¿Cómo puede crearse un ejército de clones a expensas de todo un senado y sus cámaras? ¿Cómo puede una exagerada operación de rescate concluir en una guerra civil? - Ben se sentó frente a Aaxia y la miró a los ojos. - Si no aprendemos de la historia, estamos condenados a repetirla. Nuestros padres vivieron la represión y la guerra e idealizaron el antiguo gobierno, pero es nuestro deber encargarnos de que esto no vuelva a suceder.

Aaxia miró en aquellos ojos brillantes y sintió cómo se le erizaba el vello. Fue capaz de sentir la convicción, la determinación y la energía que su profesor sentía por todo esto, materializar todas aquellas horas de estudio, la pasión, la duda... Y el miedo. Un profundo y aterrador agujero negro del que intentaba escapar.

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