2. Un sueño fugaz

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Siempre es lo mismo. Miedos, frustraciones, dudas. ¿A qué? A no tener nada de lo que había soñado. No cumplir mis metas. No poder seguir mi línea temporal.

Mis dieciocho años pasaron de forma fugaz, más fugaz que incluso la propia estrella.

Estaba trabajando a jornada completa. Compaginando mis estudios e intentando mantener en orden ese duplex de madera que tenía alquilado a las afueras de una población de Barcelona.

Carecía de tiempo. El salir a esa edad es lo que más te puede, pero intentas dejarlo de lado. Asentar cabeza con esa mayoría de edad y cumplir sueños. Siempre sacaba ese folio

Din A-3 en el cual tenía dibujada mi línea del tiempo.

Una línea recta y perfecta, trazada con una regla, de la que salían pequeñas ramificaciones entre un espacio temporal de un año y otro de forma precisa. Seguramente ese fue el problema. Lo calculé todo de forma exacta. La vida es como una montaña rusa. Tú puedes saber dónde quieres llegar. Pero es imposible descifrar el cómo lo harás y cuando.

Ramificación de los 18 años : Matricularme en la mejor universidad de medicina de LA

                                                            (Neurocirujana vamos allá)

                                                            Finalizar el libro que comencé a escribir.

                                                           Tener un chihuahua mini. (Paris, mi fiel compañera)

Mis dieciocho se han esfumado entre mis manos.¿lo único que conseguí de mi ramificación sabéis que fue? Nada.

No estudiaba medicina desgraciadamente, ni mi trabajo era el mejor. Era una camarera que se encargaba de sudar exageradamente sirviendo hamburguesas americanas. Era lo más cerca que estaba de Los Ángeles. En cuanto a la medicina, lo más cercano era la maratón de Anatomía de grey con un tazón de chocolate con leche y palomitas.

Combinación extraña. Pero ir mojando las palomitas en el chocolate y sentir la explosión de sal con dulce en la boca era lo más parecido a rozar el cielo.

Lo tenía todo planeado, pero la economía era un serio problema. Aun así tenía grandes ahorros. Pero el primer fallo fue cuando un día una enfermedad decidió sacudir mi vida. Sin previo aviso, sin picar a mi puerta para saber si era bienvenida. Ella entró de golpe.

Pero sin causar daños, sin tan siquiera dar lo peor de ella. Simplemente entró y se quedó.

Al principio no sabía que tenía una nueva compañera de vida, pero tardé muy poco en darme cuenta. Una nueva bacteria estaba creciendo en mis riñones.

Vuelvo a decir que nada grave, hasta que sin saber cómo tuve una subida de azúcar. Algo que si no controlaba podía hacerme perder la vista. No fue problema alguno controlarlo. Como si de una diabética se tratara me prohibí todo tipo de azúcares excepto el de la fructosa y mandé a freír los altos valores que había en mi sangre.

Comenzaron a temblar mis manos, y más a más a darme espasmos curiosos. Espasmos faciales, en extremidades. Era hasta gracioso, sobretodo si se avecinaba uno con una cuchara en mi mano llena de sopa.

Pero a veces lo gracioso, podía convertirse en fatídico en un segundo. Carecía de pulso alguno como para poder abrir un cerebro, extirpar un tumor y suturar. Creo que en cuanto a salvar miles de vidas gracias a mis manos, debería ser de otra forma. Así fue como mi tutora de Anatomía se lo comento a mis padres.

Recuerdo que me sentó mal que con mi mayoría de edad, hubiese llamado a mis padres para comentárselo antes que a mí.

- Sentimos comunicarles que Aloha está llena de ganas, pasión. Es algo fantástico ver personas que aspiran tan alto y luchan por ello. Pero no podrá ser. Su pulso no le permitirá lograr dichos objetivos. Puede hacer el técnico de enfermería, puede mirarse otras ramas y especialidades. Pero no cirugía.- Comentó mi profesora.

" Queridos riñones,

gracias por implantar no sé qué mierda en mis riñones. Gracias por joder mi mayor sueño. Gracias por no dejarme ser lo que quiero ser.

Atte: Vuestra Puta mula "

Más tarde la enfermedad puso arena, piedras, generaba cólicos. Pero no tenía dolor alguno en mi día a día. No era un inconveniente que restase años ni mucho menos calidad de vida. Simplemente era una bacteria que se había aposentado allí gracias a que mis riñones habían decidido generarla.

Desganada sin saber que estudiar o que hacer, lo abandoné todo. Debía buscar otra meta que sustituyese esta. ¿Pero que iba a ser ahora?

Dos únicos oficios en mi vida, dos sueños. Ser neurocirujana descartado. Ser escritora en el aire.

Siempre había decidido que era un hobby con el cuál quería crecer. Sacar lo que llevaba dentro. Pero escritora de mis propios pensamientos, emociones y experiencias. De historias llenas de amor, pasión. Incluso algún día publicar alguno. Pero son sueños imposibles. Millones de libros en el mundo, mil millones más aún de personas escribiendo. ¿A mí ? ¿mi libro? ¿uno entre un millón? Que una editorial encontrase mi libro entre sus mail, lo leyera y decidiera publicarlo era como lanzar una aguja desde una avioneta sobre un pajar, ir en su búsqueda y encontrarla. ¡IMPOSIBLE!

Decidí ser aquella chica que trabaja, cubre gastos y se dedica a llenar su armario de ropa. La chica que las noches no son para ver películas o leer relajadamente en el sofá. Las noches son para salir, para salir y reír. Beber mucho. Beber y follar. Que llegue el día siguiente y de lo único que te acuerdes es de que exististe. Intuir que reíste, que bailaste, que fuiste feliz.

Quizá el último adjetivo no era certero. ¿Feliz? ¿Quién es feliz cuando su mundo se ha sacudido de repente?

Yo no lo era. Si únicamente me perdía entre el mundo de la irresponsabilidad, los vicios y el mal vivir, era por no pensar.

No sabía que me iba a deparar el futuro. No sabía a qué dedicarme. Pero es que es muy complicado eliminar tu meta. Cambiar de profesión cuando hablamos de algo a lo que te vas a dedicar toda la vida. Cuando hablamos de el trabajo que desempeñamos día a día. No hablábamos de cambiar de bragas. De tirar unas sábanas porque ya estaban viejas y desgastadas y comprar unas nuevas. Hablábamos de una decisión. Una decisión importante. Qué quieres ser el día de mañana y dónde quieres llegar.

La verdad es que no lo sabía. Simplemente buscaba una idea en mi interior. Algo que me diera una pista.

Me gustaba el cine, pero ser actriz estaba fuera de lugar. Esto es como ser escritora. Sueños imposibles.

En su momento de pequeña tendía a decir que me gustaría ser también bióloga marina. Cuidar de los delfines, las ballenas, las orcas. Pero creo que tan solo son los sueños de una niña pequeña por estar cerca de su animal favorito y bailar junto a ellos en el zoo.

Al crecer te das cuenta de que no quieres eso. Solo quieres disfrutar de él en el mar. Verlo libre, en manada, con familia. Profesión descartada.

Siempre he adorado a los pequeños monstruitos, los niños. Me parecen adorables. Podría ser profesora, monitora. Montar una guardería o trabajar en ella.

Tantas ideas para todas acabar en imposibles. No porque todas lo fueran, sino porque ninguna era la que yo quería, lo cual ninguna era lo suficientemente buena.

Así, sin yo darme cuenta llegó el gran día.

- ¡Feliz cumpleaños Aloha! Un año para cambiar de número - Gritó mi madre despertándome. Sí, había vuelto a casa. Independencia fallida.






Aloha y sus dragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora