Las horas pasaron y todos volvieron al hospital cuando terminó el día de visita al exterior, entre ellos estaba incluida Dest.
Ahora nos encontrábamos en la habitación de la pelirroja esperando a que Chad llegará con las golosinas y poder empezar a ver unas películas de zombies llenas de tripas y cerebros como al rubio le gustaban.
Todos los domingos solíamos hacer una pequeña pijamada "secreta" donde lo único que hacíamos era hablar de chicos y comer como si el mundo dependiera de eso.
Las enfermeras siempre supieron de esto pero nos dejaban disfrutar un rato y despejarnos del aburrimiento, pero por supuesto todo silencio tenía un precio, a cambio teníamos que convidarles de nuestras golosinas para que no dijeran nada.
Cada domingo uno podía elegir las películas que veríamos y las ganadoras fueron las de los muertos vivientes.
Dest movía su boca mientras emitía palabras pero no escuchaba ninguna de estas,mi mente estaba perdida en otros asuntos cuando de repente sentí un manotazo en mi brazo y al alzar la vista ella me miraba con irritación y enfado en sus ojos.
-¿Acaso has escuchado algo de lo que te he dicho- su voz salía con un tono molesto y sus cejas estaban fruncidas como cada vez que se enojaba.
-Porsupuesto que si- dije dándole una mirada obvio mientras escondía mis manos entre mis muslos para evitar que temblaran.
-Eres muy mala mentirosa pequeña Zel, pero te lo voy a perdonar solo porque estoy feliz.
Me dedico una sonrisa llena de orgullo y felicidad.
-Lo siento, estoy bastante perdida últimamente- sentencié mientras ponía mis manos sobre mis ojos cubriendo mi rostro.
-Eso es por el chico de la biblioteca- dijo Chad mientras entraba en la habitación con bolsas, cada una estaba repleta de comida y bebidas.
-¿Chico de la biblioteca?- preguntó la colorada con un tono curioso y una mirada pícara hacia Chad y luego hacia mi.
-Nuestra pequeña Itzel se a enamorado de un desconocido músico- contestó el pecoso con un tono sensual mientras dejaba las cosas en un pequeño mueble y así poder acercarse a nosotras.
- Me voy un día y ya te casas. Wow- soltó Dest con una pequeña mirada coqueta y diversión.
-¿Qué?, por dios el solo me llamó un poco la atención, no es nada de otro mundo.- dije con obviedad y rodando mis ojos al cielo.
-¿Me pueden explicar que demonios sucede aquí?- Dest dijo con algo de impaciencia. Si señores, mi amiga era toda una chusma.
-Nada importante, solo conoci a un muchacho en la biblioteca- le reste importancia al tema ya que no creía que fuera muy importante- mejor hablemos de otra cosa que me da dolor de cabeza.
Chad soltó un bufido sonoro y pude escuchar como por lo bajo susurro un "aburrida".
Pude ver como Dest tomo una de las bebidas de la bolsa y miro las calorias que contenia, usualmente solía hacer eso con casi todo lo que comía o a veces directamente no comía.
Ella sufría de anorexia nerviosa, era tan delgada que cada vez que la abrazaba sentía que podía romperla y quebrarla en dos. Hace unos meses cuando se creía que estaba siguiendo el tratamiento descubrieron que cada vez que comía iba al baño a vomitar y que tomaba mucha agua para pasar los controles de peso que le realizaban.
No solemos hablar mucho de su recaída ya que ella se ponía mal pero a veces ella se escapaba de su sector, venia al mio y se desahogaba cuando el dolor era demasiado grande mientras yo la sostenía.
Luego de hablar un rato más, nos acomodamos y empezamos a ver las películas mientras Chad y yo devoramos todo, Dest comió apenas unos bocados pero peor es nada ¿No?.
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-No quiero ponerme la inyeccion mamá- la pequeña niña chillaba mientras una mujer le acariciaba el cabello y le susurraba que todo iba a pasar pronto.
Me encontraba en una sala esperando que una enfermera me inyectara mi medicamento para que mi presión se mantuviera estable.
La sala estaba repleta de niños y algunos adultos esperando por sus medicamentos.
Pude ver como Silvia, una pequeña enfermera se acercaba hacia donde me encontraba con una jeringa en una de sus manos y en la otra sostenía un vaso que contenía un líquido de color verde.
-Ya pensé que no venias, iba a extrañar mi dosis diaria de veneno- le dije con ironía mientras me sentaba en una camilla a un costado y preparaba mi brazo para ser inyectado.
-Estas tan encantadora como siempre pequeña- dijo mientras tomo una de mis mejillas con sus manos y la meneo de un lado a otro- ahora prepárate que no tengo mucho tiempo, tengo que ir a oncología.
Me recoste en la camilla y sentí un pequeño pinchazo en mi brazo izquierdo.
-Cuando ya te sientas mejor toma este líquido verde y podrás irte a tu habitación- dijo señalando el vaso con contenido extraño- ahora solo recuéstate y descansa.
Cerré mis ojos esperando el ardor en mi garganta y este llegó unos segundos después, mi pecho ardía y las náuseas empezaron a atacarme pero me obligue a no vomitar.
Esto era una de las cosas que más odiaba, los tratamientos eran jodidamente dolorosos como el infierno.
A lo lejos escuche como un chico intentaba calmar a la niña que lloraba y de repente una canción empezó a escucharse.
Abrí mis ojos y frente a ellos estaba el muchacho de la biblioteca tocando la guitarra a la chiquita para que dejara de llorar y lo mejor era que estaba funcionando, la niña había parado y ahora lo miraba con los ojos embelesados.
-Es guapo ¿no?- una voz preguntó a mi izquierda y rápidamente gire mi vista para encontrar a una doctora fijando su vista en el muchacho.
Su cabello llamó rápidamente mi atención, era de rosa chicle y pude ver un tatuaje de un saxo asomándose en su antebrazo debido a que llevaba mangas cortas.
-Solo un poco- respondí con un poco de dificultad y dirigí mi mirada hacia el chico de nuevo y recordé que no sabia su nombre entonces decidí preguntarle si sabía cómo se llamaba.
-¿Sabe cuál es su nombre?- pregunte para tratar de mantener mi mente ocupada y olvidar el dolor que me invadía el cuerpo.
-Su nombre es Aidan, es el nuevo instructor de música que reemplazará al viejo Hills- a si que este es el chico por el que hacian tanto escándalo los demás-y por favor no me trates de usted que no estoy tan vieja- soltó con una pequeña risa y una mirada picara.
Asi que el chico misterioso se llama Aidan, Chad moriría al saber su nombre.
-¿Y cual es su nombre quiero decir cual es tu nombre?- corregi rápidamente al darme cuenta de que la seguia tratando de "usted".
-Me llamo Paula- respondió con un tono divertido y moviendo su cabeza de un lado a otro mientras soltaba pequeñas risas.
La niña se habia calmado completamente y la doctora decidió ir a ayudar a otros pacientes pero aun así los dolores a causa del medicamento seguian molestandome junto con las nauseas.
Pude ver como Aidan fijo su vista en mi y con una sonrisa ladeada llena de arrogancia se acercó a paso decidido hacia mi dirección.
-Hola pequeña sádica, ¿ya has latigado a alguien hoy?- las palabras salieron con burla y le dirigi una mirada de "Si no te callas te parto en dos".
-Hola querido Aidan y no, no he latigado a nadie para mi mala suerte- dije con fingida tristeza y pesar.
-Asi que ya sabes mi nombre eh, me halaga que te hayas tomado el trabajo de investigar- guiño un ojo en mi dirección.
Maldita sea, el es un maldito arrogante.
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La última canción. (Pausada)
Teen FictionPasillos fríos, paredes blancas y un cóctel de medicamentos son plato de cada día para Itzel. Desde que ingresó al hospital su vida se ha sumido en una constante rutina y desesperada por algo de normalidad, intenta hacer los días más ligeros a pe...