26 "Editado"

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Merida

Atravieso la puerta de mi casa con una sonrisa que no me cabe en la cara. Estoy demasiado feliz que ni me lo creo y tanto lo estoy que me da hasta miedo. Porque siempre que me pasa algo bueno siempre ocurre algo que lo estropea. A mi la frase que canta Alejandro Sanz: "Después de la tormenta siempre llega la calma" siempre me ha pasado al revés y por eso voy a pies juntillas con Erik.

Nada mas entrar decido ponerme a limpiar mientras escucho música y así hago tiempo hasta que llegue la hora en la que tengo que ir a casa de Maria, hoy estoy de muy buen humor. Me siento como si pudiera comerme el mundo, como si ahora que he dejado que mi mente se rindiera, permitiendo que todas las sensaciones nuevas me inunden, viera la vida con más luz. Hoy todo es más brillante, los pájaros cantan mejor, los arboles son mas verdes y el cielo es mucho más azul. 

***

A las nueve en punto me encuentro tocando la puerta de casa de Maria. Llevo en la mano izquierda una botella de vino blanco que casi no probaré porque mañana trabajo, pero si entras en la casa de ella sin una botella de alcohol debajo de tu brazo no eres bienvenida.

-¡Hola!- me saluda Maria con una alegría que no es normal en ella mientras se aparta para que pase.

-Hola churri. Oye, ¿no vas muy arreglada para una cena en tu casa?- le pregunto observando su vestido morado con un cinturón blanco por debajo de su pecho que consigue que tenga aún menos cintura. 

-No... - me dice disimulando.- Además, ayer no salisteis ninguna y por lo menos una vez a la semana me tengo que arreglar.- y se queda tan pancha con su explicación. Yo no me la creo ni un poco pero solo asiento porque saber lo que pasa por su mente me da miedo.

-¡Hola chicas!- saludo a las demás cuando entro al comedor y veo que están sentadas en un sofá una al lado de la otra mientras hablan. Me acerco a ellas y les doy dos besos a cada una.

-¡Venga! ¡Venga! Poneros a cocinar que me muero de hambre.- nos apremia Maria dando palmadas y se mete corriendo en la cocina.

-¿Qué le pasa a esta?- le pregunto a Cloe en un susurro para que no me oiga.

-No tengo ni idea. Pero va acelerada. Es como si se hubiera tomado cinco cafés y todos a la vez.- y se encoge de hombros.

Le seguimos hasta la cocina y nos ponemos a preparar la cena, aunque mi única aportación a ello es descorchar la botella de vino y empezar a servir en las copas. No es que no sepa cocinar, es que soy a la que peor se le da de la sala.

-¿Y cómo vas con Pedro?- le pregunto a Cloe pasandole una copa medio llena del liquido ambarino. 

-Pues muy bien, la verdad. He estado esta tarde con él y con sus amigos.- un "click" hace en mi cabeza.

-¿Qué amigos había?- le pregunto de nuevo. Erik, Erik, Erik es lo único que se me viene a la mente. Como si se tratara de unas luces de neón que parpadean repetidamente. Que idiota estoy...

-Pues eramos cinco.- me dice y empieza a contar con sus dedos- Estaban Marcos... Erik... Juan... Pedro y yo.- asiento mientras voy repartiendo las demás copas. Solo oír su nombre ha conseguido que mi estomago burbujee.- ¡Ah! Y también estaba Jesús que me ha preguntado por ti.

-¿Jesús?- le pregunto sin saber de quien me habla parándome a mitad de camino de darle un trago a mi copa.

-Si tía, el chico con el que te fuiste la noche que yo conocí a Pedro.- me dice como si estuviera loca por no acordarme de su nombre.

-Ah... si... ya.- le digo para no parecer una cualquiera. Me acuerdo de su cara, pero en ese momento no me interesaba memorizar su nombre.

-Aunque he tenido una bronca con él.- dice mientras le da un trago a su vino.

Que Empiece El Juego (1º bilogía Juego) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora