Comienzo de la Luna Nueva Eterna

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"La noche empezaba a caer, aquello era lo más hermoso que podían presenciar de todo lo que debían aguantarse la luz del día. Al fin, lograrían descansar un poco sus ojos y piel de ese infierno.

La brisa empezó a sentirse más fresca, y las aguas a moverse más bruscas. Océanos, mares, lagos, ríos o pequeños estanques. Cada ente de agua surgía cambios aquella noche. Todo era producto de la naturaleza. Completamente bello.

-Muy bien, muy bien... La noche, momento, y hora, ha llegado. Sabéis lo que debemos hacer, es nuestra última oportunidad, y no podemos desperdiciarla -decía la cabecilla de tan grande grupo, o incluso podría ser llamado como comunidad, de esas hermosas criaturas con completa seguridad y firmeza-. Al fin, familia mía, ¡seremos libres, y no habrá NADA que nos lo impida!

Todos le apoyaban sin dudarlo ni un segundo. Definitivamente habían logrado lavarles el cerebro para tenerlos de cómplices.

Pretendían que aquel plan que llevaban demasiado tiempo preparando: saliera de maravilla. Necesitaban una Luna Nueva eterna, no podían permitir ninguna otra Luna Llena, ni las otras dos facetas de la luna, debían acabar con ella, con quienes la adoraban e idolatraban como si de un Dios se tratase. Los Lobos.

Los repugnantes "canes", serían eliminados. Acabarían con esa raza de horribles criaturas, y por ahí derecho, con su madrecita, con la que pueden vivir y extender su estúpida raza. Eso, aquella noche: acabaría.

-Perfecto. Esta noche, la Madre está aquí. Y es nuestra ocasión -pronunciaba con confiaza en el habla mientras su mirada corría hasta un pequeño grupo que afirmaba estar listo para cualquier cosa-. Vosotros os encargaréis de atraerlos, no podrán luchar contra ello.

-Yo me encargo de la Madre. Sin sus hijos, no será tan fuerte -dijo otra que lideraba mientras volvía a señalar al mismo grupo-. Debéis hacerlo bien, tenéis que hacer que ellos sientan rechazo hacia ella, y así se debilitará. Los Lobos sin su Madre, no viven. Y la Madre sin sus Lobos... Tampoco.

Sádica y cínica. Eso es lo que era su voz y expresión en ese momento.

Y así fue. El canto de aquel grupo provocaba la pérdida de conciencia y cualquier control sobre sí mismo. Los controlaban con la voz. Todos los Lobos que se encontraban en el lugar, recibiendo a la Madre, hacían caso a ellos. Sin poderse resistir ya que todo había sido repentino para los canes.

Aterrada ante semejante emboscada, sin embargo, no dejaba de amenazar con sus colmillos a los seres que instantáneamente, se habían convertido en sus enemigos.

-No... ¡No, parad! ¡no los oigáis! -gritaba la máxima víctima en este cuento. Desesperada por ver a su raza darle la espalda, a sus hijos, que ahora estaban de otro bando, aparentemente sin ninguna opción- Vosotros... No, por favor... No. ¡NO, ALEJAOS DE MÍ, DE ELLOS!

Sus súplicas no servían de nada. Estaban decididos, y nada cambiaría eso.

-Quietos.

Se escuchó una voz resonar fuertemente en todo el campo. Trayendo de nuevo la razón de los Lobos. Dejándolos confusos y amenazantes ante quienes les estaban controlando segundos antes. Pero tal como lo había básicamente ordenado la desconocida: quietos. Una gran pesadez se sintió en todo el campo, era intimidante y te hacía no querer atreverse a pronunciar palabra ante la presencia de una nueva persona.

-¿Por qué tan apresurados? ¿la mataréis tan rápido? No sabéis lo que es la diversión.

Una mujer. Una mujer se dio a conocer ante todos los presentes, bajo la mirada amenazante de la Madre, quien estaba a punto de perder el control y convertirse, para lanzarse a su cuello y matarla de una sola. Seguida de todos los demás. Pero era imposible. No podía moverse, ni ella ni nadie que no fuese aquella mujer al parecer desconocida también para quienes planeaban asesinar a la Madre. ¿Cómo se atrevían a hacer eso?

-Podríais... ¿Raptarla? Lo que sea. Pero que sufra. ¿No? De cualquier modo, si la tenéis vosotros, no habrá más lunas. Y será una Luna Nueva... Eterna. Es lo que queréis, ¿me equivoco?

Aquella mujer caminaba en círculos mientras hablaba, desviando al gigantesco grupo de su objetivo principal. Matar a la Madre y exterminar poco a poco a la raza de los Lobos.

-¿Y quién eres tú? -preguntó una de las líderes. Sin confianza hacia la mujer que había aparecido de la nada.

-¿Importa? Os doy una gran idea y, ¿me agradecéis así? Qué groseros -aquélla movió una mano, devolviéndole el movimiento a los presentes.

Los Lobos, sin resistirse más, ya en sus formas animales; prosiguieron a atacar. Lanzándose contra los desconocidos que amenazaban con acabar con ellos.

-¡Ah, ah, ah! Vosotros no os movéis más de ahí. Desobedientes -inevitablemente para ellos, se quedaron inmóviles, y completamente atónitos-. Acataréis mis órdenes. Todos vosotros.

El nuevo movimiento de la mano de la desconocida los dejó totalmente quietos sin control de sus masas corporales, algunos incluso habían quedado suspendidos en el aire al haber querido saltar sobre las criaturas inferiores.

Había logrado tener un increíble control y autoridad sobre el canto de efectos irreversibles a menos que ellos lo quisieran, devolviéndole la conciencia a los Lobos de una manera tan sencilla como era decir unas palabras. Pero enseguida, podía volver a quitárselas, y al parecer nadie podía evitar ser controlado por ella. Ni siquiera la mujer alabada por los Lobos, estaba debilitada, y eso se aprovechaba.

A partir de ahí, la gran comunidad, y a continuación: raza, fue guiada y liderada por aquella misteriosa mujer. Secuestrando a la Madre, torturándola al igual que el gran grupo de Lobos que había ido a recibirla. Eso era sólo una pizca de su reinado."

Aquello, a penas empezaba.


Noviembre 22, 1994. Noche de Luna Nueva.

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