Harry estaba sentado en el bar, mirando hacia la puerta principal prácticamente cada diez segundos. Miro el reloj de nuevo, vio que casi eran las seis y Stephanie estaba retrasada. Como con treinta minutos de retraso.
El corazón le dio un vuelco en el pecho, la irritación haciéndolo suspirar y tomarse otro trago de cerveza. No era un gran bebedor, especialmente durante la temporada y era un hábito difícil de romper a pesar de que ya no jugaba.
Ir con el equipo a Colorado había sido un error. Lo que él pensaba que sería terapéutico sólo le había dado melancolía, lo había enojado con el idiota que se estrelló contra él y jodidamente arruino su carrera.
Se sentía perdido, como si no tuviera opciones. El dinero no era problema, en realidad no debería quejarse. Tenía lo suficiente como para diez vidas pero quería realmente hacer algo con su vida. No sentarse sobre su trasero y contar sus dólares. Su vida había sido el béisbol desde que tenía once años y estaba en las pequeñas ligas. Se había inscrito porque su abuela le dijo que era algo que debería hacer para ocupar su tiempo. Una vez que había comenzado a jugar, se había enamorado del juego.
Lo había ayudado a olvidar toda la mierda de su vida. Que su madre había muerto cuando él era demasiado joven para recordarla y que su padre lo había abandonado con su abuela porque no podía manejar la responsabilidad de criar a un niño solo.
Así que su pobre vieja abuela lo había hecho en su lugar. Y lo había hecho lo mejor que pudo, teniendo en cuenta que tenía cero ingresos y un cuerpo y mente cansados. Una vez había cumplido los trece años, si Harry no estaba en la escuela o en el campo de juego estaba trabajando. Ganando dinero para ayudar con los comestibles, las facturas de los servicios públicos, o cualquier cosa que se necesitara pagar esa semana.
Se había sentido bien el darle a su abuela una casa totalmente nueva en su primera temporada con los Miners, ella había muerto hace cinco años, llena de orgullo y amor por él, todavía la extrañaba. Una vez que ella había muerto, no tenía a nadie. Nadie más que sus compañeros de equipo y ellos eran sus amigos, demonios eran lo más parecido a una familia que tenía.
Eso nunca lo molesto y siempre había estado satisfecho. Últimamente no se había sentido satisfecho en absoluto. Creía que eso tenía todo que ver con ______.
La había echado de menos todo el tiempo que estuvo en Colorado. Casi se odiaba a sí mismo por esto, también. Había resistido la tentación de llamarla incontables veces sólo para escuchar su voz. Pero lo que estaba pasando entre ellos no tenía nada que ver con compartir y crecer y todo se relacionaba con un montón de sexo caliente.
Así que ¿por qué quería más? ¿Por qué estaba deseando que ella le lanzara los usuales coqueteos femeninos que experimentaba y que persiguiera su trasero como si quisiera poseerlo? Por primera vez en su vida, estuvo tentado a dejar que lo poseyeran. Y la mujer que él quería no quería hacerlo. Hablando de una maldita ironía. Echando un vistazo a la puerta una vez más,
Harry tomo su teléfono celular listo para llamarla. Estaba preocupado. El clima había sido una mierda todo el día y ahora estaba lloviendo, por lo que podría haberle sucedido algo malo Deja de actuar como una anciana y tranquilízate. Ella está bien.
Dejó su teléfono en el mostrador al lado de su vaso y lo miró malhumoradamente, deseando que se encendiera con una llamada de ella. Pero ninguna llamada entró y esperó durante otros quince minutos, silenciosamente furioso hasta que ella finalmente entró a través de la puerta, como un desastre húmedo y desaliñado con una expresión agotada en su rostro.
-Lo siento muuuuchoooo. -Ella se detuvo justo frente a él, con los hombros caídos. Su cabello era un desastre, largas partes se habían caído de su cola de caballo y colgaban alrededor de su cara, el rímel negro manchando un poco por debajo de sus ojos-.