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Lina había ido a clase cómo regularmente lo hacía todos los días. Siempre ignorando a todos e ignorando las miradas de desprecio que muchas personas todavía le brindaban.
Estaba en su salón de la primera clase que le tocaba, sentada en el primer banco justo enfrente del pizarrón con sus manos reposando sobre la paleta de la silla sosteniendo tan solo un bolígrafo que iba de arriba hacia abajo chocando contra la madera en un ruido hueco y rítmico.
Sus libros no estaban ahí, los había dejado y no quiso volver por ellos.
En su cabeza los recuerdos que había pasado anteriormente la tenían un poco temerosa. Conocía muy bien a Kira Ellanova. Tanto que podía conocer su más remoto secreto, y también la razón por la que ese carácter se apoderó de ella.
Recordar dolía en ocasiones, pero era parte de estar en el futuro.

Kira jamás fue así en el algún momento de su vida, siempre fue cordial y amable
Lina la conoció cuando tan era una niña timida y temerosa. Kira la había defendido múltiples veces antes. Debido a su religión y creencias a tenido infinidad de enfrentamientos contra otro chicos, pero nunca se había defendido, pues se mal acostumbró a que alguien mas la defendiera. Y ese alguien simplemente cambió. Aunque Miles de veces soñó con aprender a defenderse a sí misma del desprecio ajeno y ser más fuerte, pero aveces el desprecio provenía de si misma hacia su persona, y ella misma no sabía defenderse de su propio desprecio. No encontraba los motivos suficientes para estar ahora ahí, sentada, esperando una clase, aún viviendo. Lo único que la mantenía estable era la esperanza, aunque, ahora las esperanzas estaban muriendo como una flor en pleno verano y esa frase que decía que la esperanza muere al último, estaba quedando cada vez menos creíble.

Su vida no había sido especialmente fácil. Tal vez estar en estados unidos le había quitado todo lo normal a su día.
Caminar por las calles y sentir las miradas de repulsión hacia sí, solamente por usar un hiyab sobre su cabeza cubriéndole. Si estuviera en Turquía tal vez podría caminar por las calles de manera normal, pero temía por igual, había tantas cosas que no comprendía del todo del lugar donde provenían sus padres, sería hermoso conocerlo alguna vez, pero tampoco le hacía mucha ilusión. Había muy buenas razones para quedarse ahí, y una muy buena razón era su corazón.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos de manera abrupta cuándo su atención fue directo hacia la puerta donde la silueta de un chico se hizo presente bajo el marco y lo reconoció al instante.
Esas mejillas regordetas rosadas y lindas. Su cuerpo pequeño y un poco redondo. Sus piernas cortas pero su lindura encantadora.
Se sintió nerviosa al principio, era extraño saber que ese chico estaba con ella en álgebra, que estudiarían juntos, que lo vería más tiempo de lo que tenía pensado.
Después de lo que había dicho en la mañana le había restado demasiados puntos a su lindura. Pues aunque tenga una cara tan tierna, tenía una boca en la que el ácido quemaba en lo más profundo.
Era algo difícil de explicar. El cómo es que ellos habían pasado de hablarse a no hablarse nunca. Pero situaciones llevaron a la desunión. Desgraciadamente la desunión había perdurado más de lo que creía, pero existían muy buenas razones para la situación se quedará así.
Mickey caminó lentamente y como siempre que llegaba a la clase, saludaba a todo mundo como si los conociera de toda la vida. Parecía cómodo siendo el centro de atención, algo que en particular ella no se sentía nada cómoda. Pero era grandioso ver su seguridad al caminar, o su sonrisa siempre brillante, sus labios curvados hacia arriba que pocas veces eran una línea recta.
Mickey era guapo, y ella lo sabía, tal vez, no era el prototipo de chico que todos podrían decir que era modelo. No podía tener el mejor cuerpo, ni mucho menos la mejor sonrisa del mundo, pero era guapo sin duda. Tenía ese algo que llama la atención de la gente, no podría decir qué era, pero estaba ahí.
Era demasiado efusivo, y algunas veces un tanto desesperante por su carácter tan persistente, pero siempre tan masculino y gracioso. Eso era lo que Lina admiraba de él, o bueno, lo que solía admirar.

Nacidos De Las Estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora