Y entonces llega un día en el que abres los ojos y te das cuenta. Te das cuenta de que tu vida ha dado un giro de 180º, o incluso de 360º y que todo ha cambiado. Te das cuenta de que personas que personas que formaban parte de ella se han esfumado como las cenizas de un papel quemando, como los coches en una autopista, como el arcoíris cuando se nubla el cielo; y que otras, en cambio, han aparecido. Que esas nuevas personas han llegado para quedarse, marcándote poco a poco, con cada palabra, cada gesto, cada carcajada, cada mirada...
Te das cuenta de que algunas de las personas que creías conocer a la perfección se han convertido en completos extraños, en personas distantes, frías...en personas que ya no forman parte de tu día a día, de tus emociones y experiencias, que simplemente, ya no están. Y duele.
Duele saber que todo lo que creías que iba a durar una eternidad se rompe en mil pedazos de un instante a otro, pero duele más ser consciente de que no puedes hacer nada para evitarlo...para que todo ese dolor, sufrimiento y angustia no suceda. Pero lo hace.
Y entonces te das cuenta de que realmente no conoces tanto como creías a las personas que te rodean. Que cualquiera te puede fallar en cualquier momento. Que cualquiera te puede destruír en un mísero segundo. Que todos somos al fin y al cabo, extraños que comparten un mismo mundo.
Y en el momento en que te paras a pensar, que olvidas todos los problemas y asuntos que mantienen tu pensamientos ocupados, el momento en que dejas tu mente en blanco y realmente recapacitas, en ese mismo momento te das cuenta de que no sólo han cambiado las personas de tu entorno, sino que tú también lo has hecho. Que ya no eres aquella niña que soñaba despierta, que era feliz con cualquier pequeño detalle, que no se preocupaba demasiado. Te das cuenta de que aquella niña que veía el mundo con otros ojos se ha ido, que no volverá, y que esa misma niña se ha convertido en alguien que ya no se para a pensar, a observar la realidad. En una persona cuyas inseguridades y miedos han aumentado, y que trata de ocultarlos bajo una máscara invisible. Que esa niña ya no sueña, sólo piensa y se preocupa, que ya no es tan fácil dibujar una sonrisa en su cara. Y no, no hablo de cualquier sonrisa. No hablo de una sonrisa falsa, de esas que sólo sirven como muros para esconder el interior. Hablo de una sonrisa real, de esas con las que te brillan los ojos, de esas con las que tus mejillas se tiñen de un tono rosado y sientes una felicidad inmensa, aunque sea por unos segundos. Pero lo sientes.
Te das cuenta de que la vida cambia, y que lo hace constantemente. Te das cuenta de que no es tán fácil como contaban en los cuentos de hadas. Que todo tiene sus pros y sus contras. Te das cuenta de que la vida sólo se vive una vez, y que por muy dura que sea, hay que aprovecharla.
En ese instante en el que te paras a pensar y te planteas el por qué de las cosas, eres consciente de la persona que realmente eres. De la persona que quieres ser. Te das cuenta qué quieres hacer y qué no.
Te das cuenta de que no es necesario depender de nadie, que lo mejor es vivir una vida independiente, libre de prejuicios, libre de condiciones. Una vida libre. Te das cuenta del estilo de vida que quieres tener.
Y en ese instante, serás consciente de lo que te rodea, romperás las cadenas que te tenían esclavizado a una sociedad en la que ser diferente es algo malo. Olvidarás todas esas inseguridades que hacían imposible mostrar al mundo tu verdadero tú. Y tendrás ganas de gritar. Tendrás ganas de hablar con el mundo, de hacerle saber que existes, y que tienes mucho por contar. Que has llegado para dar guerra, pero en el buen sentido. Te darán ganas de soltarte el cabello y correr, sintiendo como el viento acaricia tu piel, sintiendo como los rayos de sol te llenan de energía. Te darán ganas de ser feliz.
En ese instante,serás libre y te prometo que será la mejor sensación del mundo.
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