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Después de esa cena, las cosas marchaban bien.

Era bonita esa sensación para Castiel de estar sobre las nubes sin necesidad de tener alas.

Pero una semana después llegó ese momento que no podía evitar.

***

Después de la culminación y entrega de la mayoría de los trabajos, las vacaciones cayeron por acción de la gravedad. Aún les quedaba un curso para graduarse, y estaban más que feliz al saber que al fin esa tortura acabaría (aunque les quedara por delante la universidad, que era como la versión completa de la secundaria).

Castiel ese día estaba entregando sus trabajos correspondientes junto a los de Dean, los cuales les había dado después de culminar la cena. El chico con su eterna gabardina caminaba por los pasillos de la institución y hacia acto de entrega a los docentes aquellos documentos de Dean; lo cual fue una sorpresa para ellos, ya que esperaban que Laffite o Bradbury fueran los portadores de los trabajos de Winchester.

Pero todo iba bien hasta ahí.

Hasta que la vio.

Era Hannah, con su hermoso cabello castaño hasta los hombros y la expresión de inocencia que la caracterizaba. Estaba sentada en los bancos de la cafetería, con su atención fija en el teléfono.

Castiel se le quedó observando. Y no pudo creer hasta que punto Dean estaba revoloteando en sus pensamientos, porque en vez de pensar en la belleza de su novia; había imaginado inconscientemente a Dean leyendo en su teléfono las historias de Angel con la alegría con la cual comentaba en cada párrafo.

Ahh, eso fue la señal necesaria para saber que no había un retorno; él no quería a Hannah de la misma forma con la que quería a Dean. Y eso a la larga era perjudicial; para él por alargar la cadena de su condena, y para ella por tenerla engañada de esa forma.

Así que lo decidió como quien decide liberarse del yugo opresor de su atacante. Él terminaría con ella y cada quien iría por su lado.

***

Había concretado una cita en el jardín botánico que habían visto en las publicidades televisivas; la brisa adoraban las plantas como una tierna diadema, las hojas de los árboles se movían al compás de una muda melodía natural y debajo de las sombras, se sentaba una linda pareja observando a los alrededores.

Castiel estaba tranquilo, observador y analítico. La mano de su chica reposaba entre las suyas, dándole caricias antes de que comenzara la tempestad.

—Me gusta pasar tiempo contigo, ¿sabes? —comenzó la chica— Siempre he pensado que eres una persona tranquila; con un atractivo en donde casi nadie sabe hallarlo. Y me siento feliz de haberlo visto —lo miró, con ese brillo particular que tenía al admirar las cosas, y no pudo evitar darle un beso.

Castiel le correspondió. Pero no tenía en mismo sentimiento que hace meses. Era más como besar a una amiga, un beso sin significado especial; sólo uno que comparten dos personas que tienen un cariño inocente.

—Hannah —susurró después de terminar el beso— Esto no puede seguir así.

Ella asintió. Por supuesto que no podía seguir así; no cuando la mirada expresiva del castaño se había apagado considerablemente. Ya no había esa alegre efusividad de antaño; en donde él sonreía con tan sólo escuchar su nombre.

Ese tiempo caducó el mismo día que ella buscó lo que le daba Castiel en otro chico.

Y qué bien lo supo.

—Creía que si comenzábamos desde cero, podríamos compensar muchas cosas —había dicho ella con la misma expresión dolida que usaba antes de llorar— Pero me he equivocado; no podemos arreglar los pedazos que se rompieron hace tanto tiempo. Tu conseguiste por cuenta propia recoger los fragmentos lastimados de tu corazón, y que bien lo hiciste.

Un Destiel en WattpadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora