-No, nada qué contar- le contesté a Dali.
-Bueno...
Pasaron las clases y llegó la hora de salida.
Mi mamá ya había llegado por mí.
Dali ya se había ido, así que, como todos me caían mal. Ni me despedí.
Al llegar a casa mi mamá me preguntó:
-¿Cómo te fue Athi?
-Muy bien mamita, ¿Y tú?
-Pues en la tienda ha subido el porcentaje de ventas.
-Supongo que eso está bien.
-Sí, bueno, tengo que volver al trabajo. Le pides a Isabel que te prepare la comida.
-Sí mami, te vas con cuidado. Te amo.
Dicho esto, mi mamá salió.
Isabel era la cocinera de la familia.
Yo la quería como una abuelita.
Lamentablemente la mía murió hace poco.
Subí a mi recámara y me di una ducha.
Empecé a llorar. A veces envidiaba a Dali. Ella y su familia son demasiado unidos. En cambio, mi familia consiste en 30% amor y 70% me importa más el dinero.
A veces, aparentaba ser alguien que no era. Por fuera brillaba, y por dentro estaba podrida.
En todos mis festivales les rogué y les lloré a mis papás que fueran a verme.
Pero para ellos estaba siempre primero el trabajo.Después de llorar, pero al mismo tiempo bañarme, me puse un vestido floreado.
Me ví al espejo y pensé: Esa no soy yo. Soy horrible. Nadie me quiere, todos me odian. No merezco vivir.
Y empecé a reírme de mi misma, pero después se convirtieron en lágrimas.
Siempre he tenido mi autoestima por los suelos.
Es que, ¿Quién me iba a pelar? Soy horrible y moriré así.
Muchas veces Dali lo ha notado.
Ella me dice que soy demasiado hermosa.
Pero miente. Lo dice para no herirme.
Daría lo que fuera para atraerle a Gerardo.
Bajé a la cocina y grité:
-¡ISA!
-¡VOY!- contestó.
-¿Qué pasó mi niña?- agregó.
-Tengo hambre.
-¿Qué quieres que te prepare?
Me quedé pensándolo. No me caería nada mal unas hamburguesas ¿O sí?
-Hamburguesas por favor Isa.
-Claro.
Eran las 7 de la tarde, ya había acabado de realizar mis tareas.
Mi hermana llegó a las 5.
Tengo que reconocer que se veía fatal.
Tenía unas ojeras sorprendentes.
Mis papás siempre llegaban a las 12pm. Yo siempre los esperaba para cenar juntos.
Escuché que la puerta se abrió.
Eran mamá y papá.
-Hola Athenea- dijo mi papá.
-Hola papi- corrí y lo abracé.
-Ya, suéltame. Me caga que seas así de empalagosa.