El sol bañaba al cielo con su brillo anaranjado. Las brisas heladas penetraban las orillas de las puertas y las ventanas mal cerradas. El olor de la tierra humedecida era acarreado por el viento, una primera sensación agradable al despertar. Los enormes edificios proyectaban su sombra fundida entre tonos rojizos sobre la muralla que separaba a la divinidad de la humanidad. Una mezcla de sensaciones que se habían grabado en la memoria de todos los habitantes de la ciudadela, cuya magia había desaparecido en la plástica rutina.
En uno de los distritos más alejados de la muralla, yacía reposando sobre su cálida cama una jovencita de piel blanquecina, con cicatrices en sus delgadas manos, brazos y piernas que a pesar del largo tiempo no han cicatrizado bien; Su cabello era una suave melena rubia con las puntas rojizas. Su rostro era delicado, con unos labios y nariz fina, pestañas largas y caracterizado por unos gestos tiernos y cálidos.
La alarma de su teléfono sonó a todo volumen con unas guitarras eléctricas rápidas y violentas acompañadas de una batería igualmente energética. Ella abrió los ojos con el primer estallido de los tambores y ahí pudimos contemplar sus preciosos ojos color miel bañados de la luz que penetraba entre las cortinas de la ventana. En cada iris estaban grabados un triángulo negro y en su interior una cruz que cumplía la función de pupila.
La joven caminó entre tambaleos sonámbulos hasta la ventana que le irradiaba un poco de energía matutina. Extendió su brazo y abrió la ventana lo suficiente como para asomar su cabeza por esta. Una débil brisa meció lentamente su cabello y aprovecho para respirar un poco de ese aire.
"Ojala este sea un buen día" pensó aquella jovencita dirigiendo su mirada hacia el muro que se fusionaba con el cielo.
Volvió a su cama, esta vez más despierta, y tomo su celular mientras limpiaba sus ojos. Al encender la pantalla, vio el primer mensaje que recibió después de dormirse, mandado por un tal "Abraham Senpai♥": "Lo siento...".
Ella abrió aquel chat para verificar si aquel individuo aún estaba conectado, acerco su boca lentamente al micrófono y activo el mensaje de audio. Aquí fue cuando descubrimos lo dulce que podía llegar a ser voz:
–No importa... heh... Nos vemos más rato, cuando te vea en la estación frente al muro... La estación... eh... ¿Madrinski? Eh... no faltes, por favor. Chau, cuídate.
Tras verificar que el mensaje fue enviado, apagó el teléfono y en el instante que lo dejo sobre la cama, este vibró. No le dio la importancia suficiente como para detenerse a responder. Salió de su habitación y camino lentamente con pasos delicados y cuidadosos, a pesar de que no había necesidad alguna de caminar así, quería despertar a su madre.
Ya enfrente de la puerta, golpea con sus nudillos y dice en voz alta:
–Mamá, ya desperté. ¿Podrías hacerme desayuno antes de irme? Por favor...
Tras oír el rechinido del colchón, uno demasiado grande para una sola persona, le respondió luego de un bostezo prolongado:
–Sí, Ivy. Ya voy... Espera un poco... Vístete por mientras.
–Sí, lo hare.
Tras volver a su habitación, encendió el celular recordando que recibió un mensaje. En respuesta a su audio, había recibido tres más. Se recostó sobre su cama y los escuchó. Primer audio:
–Ahhh... ¡Adoro que lo primero que escuche por las mañanas sea tu preciosa voz!
Segundo audio:
–Y si, si iré, mamá. No veo ninguna razón para que desconfíes de mí... Además de que falté ayer... ¡pero no importa! Supongo...
Tercer audio:
–¿Por qué no me llamas? Así sería más fácil... eh... conversar.
Acerco el teléfono hasta sus labios y dijo en voz baja con su fina voz:
–No puedo. Tengo que vestirme. Hablamos luego, ¿ok?
No pasaron ni siete segundos antes de que el joven le contestara mediante mensaje de texto:
"Manda foto mientras te vistes 7w7"'
Ella soltó un suspiro. Se dio cuenta del tiempo que estaba gastando sabiendo que no tenía ningún momento para distenderse. Él también lo sabía. Surgió un impulso de realidad desde su conciencia y escribió:
"No."
Repitió aquella palabra apenas moviendo los labios acompañada de una ligera vibración proveniente de su garganta.
Dejó a un lado su celular, pasando por alto los timbres de notificación y comenzó a desvestirse. Mensaje tras mensaje seguía llegando conforme ella empezaba a cubrirse del frio con el grueso uniforme. Cada uno soltaba un pequeño eco en su cabeza de lo que podría haber dicho, pero estos pensamientos eran erradicados por la necesidad de apresurarse que tenía, un golpe de realidad constante.
Ya estaba vestida, con una falda azul que llegaba a pocos centímetros de los tobillos, una camisa negra abajo del grueso y oscuro abrigo invernal, y una corbata azul mal amarrada. Antes de preocuparse en responder los mensajes que había recibido, olió las tostadas y el café recién hecho, al mismo tiempo escucho a duras penas la voz de su madre: "el desayuno está listo".
Guiada por el hambre, bajo rápidamente las escaleras. Mientras más descendía, más podía ver a través de los barandales a su madre y al desayuno que le había preparado. Ya una vez abajo, acomodándose el cabello y con una sonrisa cálida le preguntó a su madre:
–¿Cómo me veo?
–Preciosa –respondió su madre con una sonrisa debilitada–. Ven a comer.
Ivy se sentó y un tanto apresurada por si misma comenzó a comer. Ya acabando su primera tostada en tres y medio mordiscos, su madre le dijo:
–Ivy... Lamento mucho no haber estado despierta ayer en la noche cuando llegaste... Últimamente he estado muy exhausta...
–No importa, mamá –respondió la joven mirándola a sus ojos apagados y con ojeras–. No es tu culpa estar tan agotada. Tienes que ir a trabajar y luego ordenar todo para que yo y Amelie podamos llegar tranquilas a casa.
–Si... No he podido ayudar a tu hermana en la escuela últimamente...
–No te preocupes, yo lo haré. Si es necesario también haré mi propia cena y mi propio desayuno...
–Muchas gracias, hija... Sin embargo, tú también tienes cosas que hacer en el ejército.
–No es tanto labor como para no poder ayudar en algo en casa. No llego cansada del cuartel de cadetes.
–Hablando del ejército, ¿no te han dicho nada sobre tu padre?
–Desde que desapareció... no han tenido noticias.
–¿Y qué hacia él en el navío? Tu padre no era un soldado o un comandante, era un detective de la Policía Política... No...
–No lo sé, mamá... El ejército no ha dicho nada...
–No nos han dado respuestas...
–No te preocupes tanto, mamá. Papá volverá.
–Ojala...
Tras unos instantes sin saber que decir, la chica toma un sorbo de café y se prepara para decirle a su madre con una decisión no tan firme como quería expresar:
–Creo que... Creo que sería mejor que me quedara en casa hasta que papá vuelva. No quiero verte así... Amelie tampoco.
–No, Ivy –respondió la madre aún más firme que su hija, mirándola con firmeza a los ojos–. Voy a estar bien. Tienes que terminar el servicio.
–Tienes razón... Fue una idea egoísta... Olvídalo.
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Regenbogen Augen Maiden
FantasyAbraham Van Kleiz es un chico que no sabe que quiere para su futuro. No confía en nadie, ni siquiera en si mismo. Sin embargo, siempre soluciona y niega todo con una sonrisa y su actitud positiva. Todo esto cambiará cuando una herida profunda busqué...