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— era... por allá... — murmuraba Ronin, bastante confundido.

Tora y él habían ido a juntar algunas plantas para ayudar a Chopper, debían a ir a un bosque en una isla... pero, como buenos herederos de Zoro, se perdieron.

— hermano... acéptalo. — murmuró Tora, cansado.

— ¡Juro por el honor Roronoa que corre por nuestras venas que no nos perdimos! — exclamó orgulloso.

— no tenemos venas, y has manchado el apellido de nuestro padre. — volvió a murmurar, entristeciendo a su hermano.

— oh, venga, Tora, no seas cruel conmigo... — sollozó.

Después de tres horas...

— ¡Les dije que no fueran tan lejos, par de algas mal cocidas! — gritaba Sanji, furioso. Los dos niños estaban sentados en el sofá, mientras en la mesa estaban todos los tripulantes, agachando la cabeza con miedo ante el aura que desprendía.

— Sanji da miedo... — pensaban todos al mismo tiempo.

— lo sentimos... no deseábamos causar problemas. — dijo Ronin, agachando la cabeza.

— sí, solo queríamos ayudar al señor Chopper. — corroboró Tora, imitandolo.

— no me interesa. — volvió a regañar. — estando tan lejos, ¿Cuánto tiempo nos hubiera tomado darnos cuenta si alguno desaparece, o algo sucede? — ya no sonaba molesto, más bien, preocupado. — no saldrán del barco en un mes, y tienen prohibido jugar con Luffy, como castigo por desobedecer. — se cruzó de brazos, firmando sentencia.

— ¡¿Eh?! — se unió el capitán a la protesta.

— sin quejas, puedo ser más severo si gustan. — aquello lo irritó.

— ¡Reduce la sentencia, orden del capitán! — exclamó Luffy, señalandolo.

— serán dos meses si sigues gritando. — amenazó, alzando dos dedos de la mano derecha.

Sin más, los tres hicieron pucheros en silencio.

Caída la noche...

En el cuarto de los chicos, Usopp, Chopper, Luffy, Ronin, Tora y Brook dormían plácidamente.

A Franky le tocó hacer guardia ese día.

Zoro y Sanji estaban en uno de los cuartos vacíos. Gracias a la llegada de los niños, dos de los hombres del barco se turnaban para ir a dormir a otro cuarto por día, ése le tocó a la pareja irse a dormir a los tapetes que había ahí. Ventajas, podían dormir juntos, y como estaba algo alejado de los otros cuartos, no se escuchaba para los demás lo que ocurría ahí...

Zoro abrazaba a Sanji por la cintura, aparentemente dormían, pero un suspiró del espadachín reveló que era mentira.

— tampoco puedes dormir, ¿Verdad? — miró a su esposo, quien sonrió.

— pensar demasiado en eso me quita el sueño, honestamente. — suspiró. — ese par de berenjenas inmaduras...

— ¿Ése no era el insulto de Zeff? — ambos rieron en voz baja.

— sí, él solía llamarme así, supongo que ya sé que se siente ser padre de palabra... — Zoro lo abrazó con más fuerza, dándole un gentil beso en su mejilla.

— creo que te quieren más que a mí. — murmuró, como si le diera vergüenza.

— no digas eso, Zoro. — tomó las manos del peliverde entre las suyas. — ellos te adoran, eres su ejemplo y su héroe, yo seré más un padre en otros aspectos, pero tú tienes la corona, gracias a ti son chicos rectos, leales, y honestos. — sonreía como idiota, y Zoro lo oía atento.

— Sanji... — murmuró.

— ¿Sí? — cerró los ojos, buscando dormir.

— quiero que hagamos el amor. — murmuró ya cerca de su oreja, tiñiendolo de color al acto.

— ¡Yo buscando animarte y tú pensando en sexo, estúpido marimo ninfómano! — pero igual, no se resistió.

La boca de Zoro mordisqueaba su cuello y orejas, mientras la mano derecha buscaba desabotonar la camisa del rubio, la mano izquierda bajaba con cuidado el pantalón.

Habiendo logrado su cometido, se colocó sobre el rubio, ágilmente se posicionó entre sus piernas, mirándole con picardía.

— si no fueras tan provocativo, yo no sería ninfómano. — descendió a su cuello, tentando la zona con su mero aliento. — tú eres la causa de mi mal.

— no me culpes por eso... — suspiró, algo ansioso.

La áspera mano del espadachín irrumpió en su pantalón, sacando su miembro a plena erección, y, por obviedad, no tardó nada en atenderlo con su mano derecha, mientras seguía jugando en el cuello del mayor.

— puedes detenerme, pero no te oígo hacerlo. — sonrió, sin detenerse, obviamente no iba a desaprovechar la oportunidad. Ya lo habían detenido varias veces, no se dejaría nuevamente ser humillado de esa forma.

Tentaba cada parte de la zona baja del cocinero, quien, en realidad, no trataba siquiera de bajar la voz. No quería admitirlo, viva el orgullo, pero adoraba hacerlo con su esposo, venga, no sorprende...

Zoro se incorporó, mirando al rostro, si esa vista no era erótica, ¿Qué carajos es el erotismo entonces? El rubio con las mejillas rojas, desorientado, deseoso, su camisa y pantalones abiertos, realmente Zoro amaba esa faceta de su esposo. Roronoa tomó su tiempo al verle, realmente apreciaba cada gesto y gemido proviniente de ese hombre, pero una queja lo sacó de su nube.

— Tesoro Nacional... — jadeó el rubio. — ¿Vas... vas a mirarme... cómo idiota toda la noche... o... vamos a hacerlo de una maldita vez? — eso le había hecho el día, la noche, la semana, el mes, el año, tal vez.

Ninfómano | Drabbles ZoSan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora