Parte 1

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Después de la batalla contra Trigon, el aire aún estaba cargado de energía oscura, vibrando con un frío inquietante. La gema en el pecho de Raven brillaba débilmente, como un faro en la penumbra. Los escombros del campo de batalla crujían bajo el peso del silencio que cayó tras el confinamiento de Trigon. Raven, exhausta y pálida, se desplomó en el suelo, jadeando por el esfuerzo monumental. Su respiración entrecortada era lo único que rompía el silencio de esa dimensión sombría.**

Robin la observaba con una mezcla de preocupación y admiración. Caminó hasta ella, sus pasos resonando en la vasta oscuridad. Con suavidad, colocó una mano en su hombro. El contacto la hizo voltear. Sus ojos violetas, normalmente fríos e impenetrables, estaban ahora llenos de una vulnerabilidad que rara vez mostraba.

En ese momento, el sonido de pasos apresurados resonó por la dimensión vacía. Starfire llegó junto con los otros Titanes. La luz de sus llamas contrastaba con la sombra abrumadora del lugar.

Starfire, con una expresión de alivio, se inclinó hacia Raven.

—Raven, ya terminó —dijo Starfire, con una voz suave y esperanzada.

Raven no respondió de inmediato, sus ojos seguían la grieta en el suelo donde la gema había sellado a Trigon. Su rostro estaba cubierto de sombras, reflejando el eterno conflicto dentro de ella.

—Nunca terminará... Trigon pasará cada momento tratando de escapar de aquí —respondió Raven, con un tono bajo y sombrío—. Tenemos que vigilarlo cada minuto... No podemos permitirnos un solo error.

El tono de su voz estaba cargado de fatiga, pero también de una resolución férrea. Starfire, con su brillo cálido, intentó acercarse más a su amiga. Le extendió una mano, casi con súplica.

—Regresemos a casa —le ofreció Starfire, con una sonrisa tierna, mientras extendía la mano.

Raven observó la mano extendida por un momento, el gesto era cálido, casi reconfortante, pero su expresión no cambió. No podía aceptar esa oferta.

—Yo los llevaré —dijo Raven, con frialdad, levantando las manos para conjurar un portal oscuro, distorsionado, que brillaba entre la penumbra. La neblina envolvente hizo que las figuras de los Titanes parpadearan entre las sombras. Estaban a punto de cruzar el umbral, pero Raven, sin mirar directamente a nadie, se detuvo y murmuró en un tono gélido.**

—Infortunadamente... este es mi hogar ahora. Debo vigilarlo —su voz se hizo apenas audible.

Las palabras cayeron como una sentencia. Se giró lentamente para alejarse hacia la oscuridad infinita de la dimensión demoníaca. El silencio se sentía opresivo hasta que Robin, con una voz quebrada pero firme, la detuvo.

—No es tu hogar. Un hogar es donde te esperan, donde te reciben —dijo Robin, su voz sonaba tensa, como si luchara por contener la emoción.

Raven se detuvo, sus hombros tensos bajo el peso de las palabras de Robin. Cerró los ojos, dejando escapar un suspiro lento y largo.

—Lo siento, Robin, pero no lo haré. Ya he causado suficientes problemas cuando estuve en la Tierra. No cometeré el mismo error otra vez —respondió, tratando de mantener su compostura, aunque una leve grieta de dolor era visible en su expresión.

Starfire, que observaba en silencio, dio un paso adelante. Sus ojos brillaban con una mezcla de tristeza y determinación.

—No podemos dejarte aquí. Eres parte de nuestra familia, Raven. Ven con nosotros —dijo Starfire, su voz entrecortada, con el dolor reflejado en sus palabras.

Raven bajó la cabeza, sintiendo el peso de la responsabilidad y el amor que sus amigos sentían por ella. Pero no podía permitirse la debilidad. Sin decir una palabra, levantó la mano y una ola de energía oscura salió de su cuerpo, empujando a todos los Titanes, menos a Robin, hacia el portal. Los demás fueron arrastrados sin resistencia, sus gritos apagados por la energía envolvente. Robin, sin embargo, permaneció firme, mirándola con intensidad.

—Raven, por favor... —dijo Robin, su voz apenas un susurro, casi suplicante.

Raven dio un paso hacia él, con los ojos entrecerrados, sintiendo el dolor en cada palabra que pronunciaba. Su mano temblaba ligeramente cuando la levantó para acariciar el rostro de Robin.

—Lo siento, Damian... No lo hagas más difícil de lo que ya es. Sé que eres amable, generoso... Y por eso, quiero que guardes algo de mí —dijo Raven, en voz baja, acercándose lentamente a él.

Antes de que Robin pudiera reaccionar, Raven se inclinó y lo besó. El beso comenzó suave, apenas un roce tímido, pero pronto se volvió más intenso, más desesperado, como si ambos estuvieran despidiéndose de algo más grande que ellos mismos. Cuando finalmente se separaron, Robin se quedó inmóvil, su rostro enrojecido y su respiración entrecortada.

—Prometo que los visitaré... Adiós —murmuró Raven, con la voz temblorosa, y con un movimiento rápido lo empujó al portal.

El último rastro de luz desapareció, y el portal se cerró con un chasquido sordo. Ahora, sola en el vasto vacío, Raven se giró hacia el centro de la dimensión. Sus pasos resonaban como ecos en la oscuridad profunda. El vacío se sentía abrumador, pero pronto percibió una presencia. Varias sombras comenzaron a materializarse a su alrededor, sus hermanos demoníacos observándola con ojos brillantes y llenos de maldad.

Uno de ellos, con una sonrisa oscura, habló.

—Creímos que no lo liberarías... —dijo uno de los demonios, con una burla en la voz.

Raven alzó la cabeza, su mirada fría y calculadora.

—Estaban en lo cierto... Pero solo quiero que nuestro padre sea libre. Necesito de su ayuda para encontrar la manera —respondió, con una calma casi peligrosa.

Los demonios intercambiaron miradas, y uno a uno, comenzaron a arrodillarse ante ella, su lealtad ahora sellada bajo la voluntad de Trigon.

—Estamos a tus órdenes, hermana —respondieron al unísono, inclinando sus cabezas ante ella.

El aire en la dimensión pareció hacerse más denso, casi sofocante. Mientras Raven los observaba arrodillarse, una sombra de duda cruzó por su mente. Su destino estaba sellado... por ahora.

𝙸𝙽𝙵𝙸𝙴𝚁𝙽𝙾 - ᴿᵃᵛᵉⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora