Primer Diario

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16 de Septiembre

Apenas hasta ayer me consideraba la persona más dichosa de la tierra, de la galaxia, de todo lo creado por Dios. ¿Fue hasta ayer, solamente, o lo sentí hace muchos, muchos años? Se me antojaba que el pasto nunca había olido tanto a pasto; que el cielo nunca fue tan amplio.
Ahora, todo se me viene encima, quisiera diluirme en la atmósfera del universo y dejar de existir. ¡Oh! ¿Por qué, por qué no me evaporo? ¿Cómo podré enfrentar a Sharon, a Debbie y a los demás muchachos y muchachas? ¿Cómo? A estas horas la noticia debe haber corrido por todo el liceo. Estoy segura. Ayer compré este Diario porque creí, por fin, tener algo digno de ser contado, algo grande y maravilloso; algo tan íntimo que no podría compartirlo con ningún otro ser humano. Sólo conmigo. Y ahora, como todo lo demás en mi existencia, resulta que no significa nada, absolutamente nada.
No puedo entender cómo Roger pudo hacerme esto, a mi, precisamente a mí que lo he amado desde que tengo uso de razón; que esperé toda mi vida a que se dignara mirarme. Ayer, cuando me pidió que saliéramos juntos, pensé que iba a morirme de felicidad. Y así fue. Ahora el mundo es hinóspito, gris e insensible. Mi madre anda reclamando para que limpie mi cuarto. ¿Cómo puede regañarme así, exigirme que arregle mi Habitación cuando siento que me muero? ¿No podré estar nunca a solas con mi atormentada alma?
Diario: debes esperar hasta mariana o tendré que soportar otra vez el sermón sobre mi actitud, mi inmadurez, etc. ¡Hasta pronto!

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