⇢ uno.

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FÁBRICA NACIONAL DE MONEDA Y TIMBRE —.
MADRID, ESPAÑA.

TODO ESTABA SALIENDO DE ACUERDO AL PLAN. Los seis habíamos ingresado a la fábrica como trabajadores sin ningún problema. Nadie sospechaba, y los que lo hacían, apartaban esas ideas cuando nos presentábamos ante ellos como parte de un traslado autorizado por Arturo Román, al que nadie veía porque seguramente se estaba follando a Mónica Gaztambide, su rubia secretaria.

Así que por el momento no había ningún problema.

Este no era nuestro primer atraco. Ni tampoco el segundo o el tercero. Esta era nuestra sexta vez, pero sin duda, era el más grande. Éramos ambiciosos, sin embargo, no tomábamos más de lo que podíamos agarrar. Y dos mil cuatrocientos millones de euros los podíamos cargar en los bolsillos de nuestros pantalones sin ningún problema. Este atraco no nos quedaba grande, pero sin dudas a ellos sí.

Carlos me guiñó un ojo cuando nuestras miradas se cruzaron. Habíamos tenido algo en el pasado, cuando éramos más críos, lo dejamos en buenos términos y ahora éramos muy buenos amigos, pero su vena coqueta siempre estaría y él no podía evitar usarla conmigo de vez en cuando.

Supongo que por eso el es Carlos y yo Diana.

La apretada trenza comenzaba a estorbarme, pero si quería pasar desapercibida, debía dejarla un momento más. Camine de un lado a otro con papeles en mis manos, como si estuviera ocupada. Carlos volvió a mirarme con el ceño fruncido, quizás pensando que estaba preocupada, pero la preocupación se había esfumado de mi cuerpo hace ya varios meses atrás, cuando Guillermo me hizo entender que, en este atraco, nuestros historiales policiales tendrían su primera mancha.

Aunque hiciéramos el plan perfecto, no había forma de que la policía no descubriera nuestras identidades reales. Y siendo una de las bandas criminales más famosas y buscadas del país, ellos estarían con sed de venganza por todas las veces que nos habíamos salido con la nuestra.

Por eso nos llamaban La Realeza. Éramos la única banda criminal que jamás había sido pillada, los aprendices nos admiraban, teníamos pedestales en los lugares más peligrosos de España. Fue luego de nuestro segundo atraco que decidimos usar nombres de la realeza inglesa en honor al apodo, así era más sencillo que llamarnos los unos a los otros .

Y nuestros nombres verdaderos no eran una opción, era mejor resguardar lo único que jamás podrían quitarnos: nuestra identidad.

Intenté bajar un poco más la falda del ajustado vestido que usaba, pero fue imposible. Isabel se había equivocado en la talla, por lo que me quedaba un poco pequeño y me era difícil respirar, aunque tampoco podía esperar mucho de ella, para ser la mayor, era bastante despistada.

Cinco minutos, gesticuló Isabel con los labios sin emitir sonido cuando pasó a mi lado. Sonreí para mi misma. Mi plan era perfecto y nada podría salir mal.

Esos minutos pasaron rápido, porque cuando menos lo esperaban, el caos se desató. Cómo lo habíamos pronosticado, irrumpieron la fábrica a través de los tambores responsables del traslado del papel. Me sobresalté al escuchar los molestos ruidos de las armas con la que disparaban, sólo porque odiaba ese sonido. A lo lejos, vi a Mónica y Arturo comenzar a gritar con desesperación y suspiré, aquí sí que estaría lleno de reinas del drama.

Los otros usaban overoles rojos y máscaras con el rostro de Dalí, así que fue difícil identificar quien me apuntaba y empujaba para que avanzara y me entremezclara en el océano de gritos y llantos que habían formado con los trabajadores y alumnos de visita.

REALEZA ; RÍO (ON HOLD/LA CASA DE PAPEL AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora