Capítulo 79

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DANIEL

No pude evitar hacerme varias preguntas realmente serias, aún no entendía que pasaba, pero lo descubriría de un momento a otro, sobre todo porque mi hermano no aguantaba ni dos horas sin contarme todo lo que le pasaba, mientras tanto me limitaba ha pensar en aquello e imaginármelo por mi mismo.

¿Quién es Janeth? ¿Ha dónde se va con mi hermano? ¿Por qué mi hermano se va con ella? ¿Esto tiene algo que ver con mi padre? ¿Sabe Alejandra algo de todo esto? ¿Habrán peleado Jesús y Ale? 

Aquella última pregunta me recordó la amarga realidad, clavándola en mi corazón como una flecha en llamas, quemada y lanzada por mí mismo, entonces recordé a Nerea, recordé por qué me había emborrachado de aquella manera la noche anterior, comprendí por qué sentía un dolor agudo y punzante en mi pecho: había perdido al amor de mi vida y parecía que nada iba a mejorar.

JESÚS

Salí de casa, seguido por detrás por Janeth, no podía dejar de pensar en Ale, en que en ese momento estaba a solas con un chico que no conocía de nada y que lo único que quería de ella era separarla de mí, no podía soportarlo, sobre todo el hecho de que estaban a cientos de kilómetros y si el chico se pasaba con ella o hacía o decía algo que no debía yo no podría ir donde estaban ellos para callarle de una ostia y conseguir que mantuviera las manos alejadas de mi novia.

  —¿En qué piensas, Jesús?—preguntó mi acompañante con voz amable y acelerando el paso para poder caminar junto a mí.

—En qué veremos primero.—mentí, manteniendo una expresión seria y distante, no quería que pensara nada de mí que estuviera fuera de lugar.

—¿La Puerta del Sol?—comentó con una sonrisa de ilusión similar a la sonrisa que Ale tenía en los labios cada vez que estábamos juntos.

—Eso es mejor por la noche, suele haber mucha gente, demasiada, a esta hora, además, es sábado, vienen cienos de turistas.—expliqué tras acercarme a mi preciado Jeep Compass blanco, que compartíamos mi hermano y yo.

Janeth asintió levemente, comprensiva, y me siguió hasta quedar frente al imponente coche, que abrí al pulsar un simple botón en el mando del vehículo. Me monté en el asiento del conductor y me abroché el cinturón, una vez que ella se acomodó en su asiento arranqué, para luego salir de la calle a una velocidad media de cincuenta kilómetros por hora, pero fui acelerando poco a poco a medida que avanzábamos, aún no sabía a dónde llevarla, pero confiaba en que, improvisando, pudiera salir todo bien.

ALEJANDRA

  —Y... ¿tienes novio?—preguntó tras dar un sorbo largo a su café.

Aquella pregunta no me cogió por sorpresa, me la hizo el mismo día que nos conocimos -en la fiesta de cumpleaños de Daniel y Jesús-, llevaba pensando en que respondería desde que me había sentado en aquella silla, frente a él, pero mi espontaneidad me traicionó cruelmente.   

Dos bestias en casa. [GEMELIERS] #GBA18kDonde viven las historias. Descúbrelo ahora