Capítulo 44

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DANIEL

—Estaba pensando. —murmuré haciendo volar mi mirada por toda la estancia.

—¿Tú? ¿Pensando? ¿Desde cuándo? — preguntó soltando una carcajada rápida y corta. La miré con el ceño fruncido— Vale, amor, no me mires así, sabes que te quiero mucho.

Acto seguido, y sin comerlo ni beberlo, comenzó a besarme el cuello, sus besos eran cada vez más húmedos y se extendían por todo mi cuello y mandíbula.

Concéntrate. No pienses en lo que vas a pensar.

Cerré los ojos con algo de fuerza, en ese momento no me apetecía mucho, pero que hiciera eso podía conmigo, podía con todo mi cuerpo.

—Bebé. ¿Te pasa algo? —su voz sonaba preocupada.

Rodee su cadera con mis brazos, abrazándola todo lo fuerte que mi cuerpo me permitía y pegándola a mi en un acto desesperado por sentirla todo lo posible.

Y es que, se que no es propio de mi, y es muy ñoño por mi parte y por la de cualquiera, pero no pude evitar pensarlo. Los miedos desaparecen cuando te abraza la persona correcta.

Miré sus ojos, atento, buscando ese aura de tranquilidad que siempre tenían y que me calmaba en los momentos más complicados.

—Me estoy planteando muchas cosas. —expliqué con la voz algo quebrada.

Se fuerte Dani. No te vengas abajo.

—¿Qué cosas? —parecía cada vez más preocupada, y no la culpo, yo era el culpable de ello.

—Sorpresa. —me mordí el labio sonriendo.

—Daniel Oviedo Morilla. No me fío de tus sorpresas, la última fue una caja con cien condones y dos botes de gel de durex. —se quejó cruzando sus brazos por encima de su pecho.

—Te encantó y lo sabes nena. —asegure con aires de superioridad.

—Te gustó más a ti. Y lo sabes. —respondió a la vez que una sonrisa aparecía en su rostro.

—Quizas.

—Quizás no. Sí.

—Puede.

—Daniel... —parecía que empezaba a enfadarse.

—¿Mejor paro?

—Sí. —aseguró seria.

—Tus cambios de humor me duelen. —reproché con voz de niño pequeño.

Le encantaba que pusiera esa voz, se podía decir que era uno de sus fetiches extraños.

Definitivamente, pasas demasiado tiempo con Jesús y sus manías de hablar raro. Nota para mí: olvida las palabras raras.

JESÚS

Pasaron unas cuatro horas, estaba llegando a Madrid, otra vez. Me encontraba demasiado cansado, tenía el pelo revuelto y un sueño que no se me había quitado ni con la larga siesta de dos horas en la que había caído en el viaje de vuelta a Madrid. Pero, aún así, lo primero que quería hacer era ver a Ale, abrazarla y besarla de una vez.

—Me suenas de algo. —comentó una mujer que se encontraba sentada a mi lado.

Era de mediana edad, aproximaba que tenía unos cuarenta años, quizá cuarenta y tres, era morena y de ojos marrones oscuros, sostenía entre sus manos una revista abierta por la página de entrevistas y, cómo no, salía en grande una foto de la entrevista de aquella misma mañana, además de unas letras grandes en rojo que decían "Gemeliers en exclusiva después de su verano de desconexión".

Me giré para mirarla, aparando la vista de la revista. Ella miró la página y luego me miró a mí.

—¡Es verdad! ¡Eres Jesús! ¿Podrías firmarme un autógrafo? Mi hija es muy fan de ti y de tu hermano. —dijo esta de corrido, sin dejar responderle a nada.

Sacó un rotulador permanente de su enorme bolso gris y me lo tendió con una sonrisa amable.

Dos bestias en casa. [GEMELIERS] #GBA18kDonde viven las historias. Descúbrelo ahora