Capítulo 82

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NEREA

—¿Y tú? ¿Qué mierdas haces aquí?—espetó con un tono frío y distante.

—Soy rehabilitadora. ¿Qué te ha pasado? —pregunté con un tono dulce y cariñoso que, claramente, no le agradó nada, ya que hizo una mueca de asco.

  —La droga, el alcohol.—respondió comenzando a reírse a carcajada limpia, llamando la atención de varias personas que se encontraban a nuestro alrededor, que nos miraban atentamente.

—¿Tu madre ha hecho la ficha?—miré a Eva de reojo y Dani asintió— Ven conmigo— me giré hacia el chico que estaba con su madre—. Yo me ocupo de él.—ayudé a Daniel a levantarse, agarrando su brazo con ternura, por lo que una sensación extraña, que había sentido meses antes, cuando estaba con él, me recorrió el cuerpo al completo.

—Cuida bien de él.— me pidió Eva tras besar dulcemente la mejilla de su hijo.

—Lo haré.—asentí amable y con una gran sonrisa dulce, transmitiendo toda la calma posible.

El ver a Daniel levantado junto a mí me recordó cientos, no, miles de momentos preciosos e inolvidables que habíamos vivido juntos, estaba algo más encorvado y dejado que antes, pero seguía siendo más alto y musculoso que yo, además, no dejaba de ser ese chico tremendamente atractivo del que me enamoré.

—Vamos, Daniel.—le apremié con voz tierna y tiré con cuidado de él hacia uno de los pasillos del gran edificio.

Abrí la puerta de una pequeña sala bastante bien aireada e iluminada, estaba enteramente decorada con muebles blancos y diversas mesas y cajones de madera, dejé que el pasara por delante de mí, para luego cerrar la puerta, una vez hubimos entrado ambos.

—Aquí huele mal.—comentó con cara de asco.

—Huele a limpio.—le respondí, sentándome en uno de los sillones de centro de la estancia.

—No me gusta —se quejó—. ¿Puedes echar de tu colonia?

Me dejó de piedra con esas cinco palabras, no sabía por qué me había preguntado aquello, pero el efecto en mí fue aún más inesperado, aún así, simplemente, me limité a asentir y sacar de mi bolso el pequeño frasco de colonia y perfumar el aire con la fragancia del interior.

—Mejor.—aseguró con una mirada seria y colocándose frente a mí, en otro sillón.

—Voy a hacerte unas preguntas. Lo mejor es que respondas con sinceridad.—expliqué tras revisar unos papeles.

—Dispara.—me apremió.

—¿Cuándo empezaste con las drogas?—pregunté mirándolo a los ojos.

—Cuando me dejaste.—respondió mirando a otro lado que no fueran mis ojos, sentía que no quería dirigir su mirada hacia mí.

—¿Por qué empezaste?—terminé de escribir unas frases en mi cuaderno.

—Porque ya no me querías.—soltó un suspiro largo y lleno de nerviosismos.

—Mírame a los ojos, por favor.—le pedí algo más seria y metiéndome de lleno en mi papel en aquel lugar, si me andaba con ñoñerias no podría curarlo y en ese momento era lo único que me preocupaba. 

—Si lo hago, si te miro a los ojos, lo único que querré hacer será besarte, y ambos sabemos que si hago eso las cosas solo empeorarán.—dijo con la mirada perdida.

Dos bestias en casa. [GEMELIERS] #GBA18kDonde viven las historias. Descúbrelo ahora