Miradas y secretos

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Meissa:

La fotografía es mi refugio, mi escape. Desde que era niña, supe que quería dedicarme a capturar el mundo a través de un lente. Cada imagen es un momento congelado, una historia que sólo yo puedo contar. Para mí, la fotografía es una forma de detener el tiempo, de encontrar la belleza en lo cotidiano, lo efímero. Y este viaje reciente fue todo lo que necesitaba.

Fuimos con mi grupo de fotografía a un lago increíble. El paisaje era como algo sacado de un sueño: montañas en la distancia, el agua cristalina reflejando el cielo y esos atardeceres que parecen fuego en el horizonte. Pasamos los días tomando fotos, explorando los rincones del lugar, buscando la luz perfecta. Me quedaba atrapada en el momento, ajustando el enfoque, capturando esos instantes en los que la naturaleza parece hablar en susurros. Fue un viaje que alimentó mi alma y mi pasión.

Cuando volví al departamento, Sedona ya me estaba esperando. Somos amigas desde la escuela. Ella siempre quiso ser actriz y yo, fotógrafa. Cada una con sus sueños, pero siempre apoyándonos mutuamente. Logramos entrar juntas a la Universidad de California, y desde entonces vivimos cerca del campus. Nuestros padres nos ayudaron con la mudanza, y aunque fue difícil al principio, ahora siento que esta es nuestra casa.

—¡Meiss, por fin llegaste! —exclama mientras salta del sofá—. ¡Tienes que prepararte, vamos a una fiesta esta noche!

—¿Fiesta? —gruño, demasiado cansada como para pensar en salir—. Acabo de regresar de un viaje de tres días. Mi cama me está llamando.

—Nada de excusas, chica. dice con una sonrisa traviesa. Vamos, será divertido. ¡Te lo mereces! Además, has estado perdida en el bosque estos días, ¡necesitas ver gente! Y por gente me refiero a chicos guapos..

–Derek va a estar ahí.– me dice

Ahí está, pensé. Ella y Derek son amigos, pero siempre sospeché que había algo más entre ellos, aunque ninguno de los dos lo admitiera. Se pasan las tardes juntos en el campus, entre risas y charlas interminables, pero hay una tensión que ambos parecen ignorar.

–Ah, Derek–murmuré, levantando una ceja. ¿Y quién más?

Sedona sonrió con ese aire travieso que tanto la caracteriza...

–Bueno, también va a estar Branko Mayer–

Rodé los ojos. El odioso chico popular. El mejor jugador. Todo el mundo habla de él como si fuera algún tipo de dios del fútbol, con rumores de que va a llegar a jugar profesionalmente. Lo he visto en mis clases de economía, las mismas que tomé para complementar mis estudios de fotografía. Y aunque no puedo negar que es... llamativo, su actitud me irrita.

Recuerdo la primera vez que lo vi entrar a la clase. Alto, con ese cuerpo impresionante y unos ojos grises que podrían detener el tráfico. Su cabello castaño despeinado de esa manera despreocupada, y una sonrisa que parece hecha a medida. Las chicas lo miraban susurrando entre ellas, pero yo... me limité a observarlo en silencio. Nunca hablamos, pero nuestras miradas siempre se encuentran, como si hubiera algo que no podemos evitar.

–Te prometo que será divertido. Por favor...insistió Sedona, con su mejor cara de cachorro abandonado.

Suspiré. –Está bien, pero sólo porque insistes–

Me cambié rápido. Un vestido negro simple, pero elegante. Nada demasiado llamativo, pero lo suficiente para sentirme cómoda. Pedimos un Uber y, en cuestión de minutos, estábamos camino a la fiesta. El lugar era la casa de Cameron, otro jugador de fútbol, y su casa en Malibu es conocida por las mejores fiestas. Cuando llegamos, la música ya estaba a todo volumen, luces por todos lados, y gente bailando sin parar.

En cuanto entramos, vimos a Derek. Él nos saludó con una sonrisa amplia. "

–Señoritas! ¿Qué les traigo de beber?–

Sedona y él empezaron a charlar, mientras yo miraba a mi alrededor. La casa estaba llena, gente riendo, hablando, bailando. Tomé mi bebida y me dejé llevar por el ambiente. Después de un rato, empezamos a bailar, sin preocuparnos por nada más que la música.

De repente, lo veo al otro lado de la habitación, con sus compañeros de equipo, riéndose como si el mundo girara a su alrededor. Lleva una camisa azul que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, y cada tanto lanzaba miradas a su alrededor, como si supiera que todos lo observaban. Y ahí estaba yo, una más entre la multitud, pero sabiendo que algo en sus ojos siempre buscaba los míos.

Claro, es guapo. No se puede negar. Su cuerpo, su rostro, esa maldita sonrisa que parece capaz de derretir a cualquiera... Pero lo que realmente no soporto es la actitud. Arrogante. Se cree el centro del universo, como si todo lo que quisiera estuviera a su disposición. Se pasea por el campus con esa seguridad que casi roza la prepotencia. Y todas las chicas lo siguen, como si fuera el único chico que existiera en la universidad. Es insoportable.

La noche avanzó, y después de horas de bailar, estaba agotada. Decidimos que era hora de irnos, pero no pudimos conseguir un Uber. Nos alejamos un poco de la fiesta, el sonido del mar de fondo, y comenzamos a caminar.

–Esto es un desastre," murmuré. ¿Ahora qué hacemos?

Sedona buscó a Derek, pero no lo encontró. Cuando ya estábamos a unas cuadras de la casa, unas luces titilaron a lo lejos. Una camioneta se detuvo frente a nosotras, y para nuestro alivio, era Derek.

–¿Les doy un aventón, señoritas?" dijo, sonriendo.

Me subo al asiento trasero, y desde el primer momento en que cierro la puerta, siento la tensión en el aire. Aunque no me mire directamente, puedo sentir su presencia, como si estuviera vigilándome, está con su celular la luz iluminando su rostro. Un nudo se formó en mi estómago.

Mientras Derek y Sedona hablan se ríen de los acontecimientos de la noche, yo estoy tensa, incómoda. El se dio vuelta, como si quisiera disimular su curiosidad, pero nuestros ojos se encontraron de nuevo. Mi cuerpo respondió antes que mi mente, un escalofrío recorriendo mi piel. No lo soportaba, pero había algo en él...

Cuando llegamos a nuestra residencia, Derek se despidió de nosotras con una sonrisa.

Yo me bajé del auto, pero mis ojos seguían conectados con los de el. No dijeron nada, pero hablaban en silencio. Él levantó ligeramente la cabeza, como en un saludo silencioso. Yo arqueé una ceja, desafiándolo. Era un juego que no entendía del todo, pero del que no podía escapar.

–Gracias, Derek," murmuré–

Al girar para entrar a nuestro edificio, no pude evitar pensar: Qué capullo creído.

Me fui a mi habitación. Me quité el vestido, me puse el pijama y me dejé caer en la cama, pero no podía sacarme de la cabeza la imagen de el esa sonrisa arrogante. Algo en él me irritaba, pero había una parte de mí que no podía dejar de pensar en esos ojos, en cómo me miraban, como si supieran algo que yo aún no comprendo.

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