16

734 120 18
                                    

Ya casi no intentaba saber qué había pasado. Tenía la costumbre de evitar los problemas e ignorarlos cuando no podía solucionarlos fácilmente. Así de idiota soy.

Yamaguchi seguía teniendo su personalidad alegre y nadie, más que yo, notaba que algo muy en el fondo no estaba bien. Pero ¿qué podía hacer?

Recuerdo vagamente que cuando era pequeño, Akiteru se daba cuenta enseguida cada vez que algo me preocupaba y, hablar con él aunque no solucionase las cosas, ayudaba a sacarme peso de encima. Ahora, hablar con mi hermano mayor no era una opción ya que, durante años, me había encargado de mantenerlo alejado.

Me di mil golpes mentales para hacer algo al respecto durante esos meses de otoño, aunque siempre retrocedía a mi estado de comodidad y estupidez. Y finalmente, el invierno trajo consigo los días aún más cortos y la ropa abrigada. También trajo mis estados gripales y, sorpresivamente, una mejora en el ánimo de Yamaguchi.

- Se nota que no te gusta el invierno - dijo sacándome del estado de trance en el cual me encontraba de camino a casa - tus labios se agrietan y se ponen un tanto rojizos -

- ¿Eh? Ah... si - dije hundiéndome aún más en mi bufanda - Además el frío y tus pecas - intenté inútilmente buscar más calor en mis bolsillos. Me dolían las manos y sólo quería llegar a casa.

- ¿Qué tienen mis pecas? - se inclinó hacia adelante buscando mi mirada.

- ¿Tus pecas? - había hablado sin pensar y ahora no sabía qué decir - ... en invierno pareciera que algunas desaparecen. No sé. Supongo que es porque hay menos horas de sol -

- ¡Eso es genial! - daba largos pasos encogiendo sus hombros por el frío y dejando un poco más atrás, mi andar desganado.

- Supongo -

- ¡¿No me quedaría lindo no tener ninguna mancha en la cara?! - dio un giro brusco y emocionado y yo, tuve que frenar de golpe porque la nariz de Yamaguchi casi tocó la mía.

- Callate Yamaguchi - lo aparté con mis dedos fríos sobre su frente para seguir caminando - No serías vos si no tuvieses pecas y yo tampoco sería yo -

Continuamos caminando en silencio hasta su casa y luego yo solo hasta la mía, tratando de no pensar.

Aunque sonara estúpido, realmente era así. Quizá nunca nos hubiésemos conocido de no ser por sus pecas. Y ¿quién sería yo si no hubiese conocido a Yamaguchi?

PecasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora