Capítulo 2

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Una fiesta antes de terminar castigada por tiempo indeterminado sería la mejor forma de subirme el ánimo. Dylan tomó sus cosas y lo acompañé a la salida. Le fui a avisar a Chelle que iríamos y, tras festejar, me dio uno de sus vestidos para esta noche. Ella tenía prácticamente un armario lleno de ropa para fiestas. El vestido que me prestó era negro, lleno de lentejuelas. Si me preguntan, era bastante corto y pegado al cuerpo, pero era muy bonito así que terminé aceptando.

Acto seguido corrí a mi habitación para darme una ducha y prepararme

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Acto seguido corrí a mi habitación para darme una ducha y prepararme.

Apenas entré a mi habitación, cerré la puerta y comencé a desnudarme. Entré en el baño y abrí las canillas regulando el agua a la temperatura justa. Me metí y comencé a cantar mi canción favorita mientras me lavaba la cabeza, proseguí a enjabonar mi cuerpo y luego me dejé llevar por la hermosa sensación de sentir cómo el agua se resbala por mi cuerpo, llevándose el jabón y el estrés que sentí por culpa de la idiota de Suzanne.

Bufé y di por terminado mi baño, cerré las canillas y salí mientras me envolvía con la toalla. Me dirigí a mi habitación, más específicamente a mi cama. Me sequé y me coloqué una panty chica para que no se marcaran los bordes y uno de esos corpiños de silicona que solo cubren lo necesario, de esta forma no se verían breteles cuando me coloque el vestido.

Tomé el vestido de mi hermana y lo volví a admirar, es sensualmente bellísimo. Definitivamente Chelle tiene un excelente gusto. Me lo coloqué cuidadosamente y me observé en el espejo. Me sentía muy sexy.

Estaba terminando de maquillarme, me había puesto algo de corrector de ojeras, me delineé los ojos y me apliqué un labial rojo mate. En eso escucho que tocan el timbre, le grito a mi hermana que atienda mientras me calzo los tacones.

Bajé y vi a Dylan, lucía un pantalón de jean un tanto desgastado oscuro, tenía puesto un cinturón, en la parte de arriba llevaba puesta una remera de manga corta color rojo intenso, un tanto pegada al cuerpo, que marcaba perfectamente sus músculos. Traía puesta sus típicas zapatillas converse. Su cabello oscuro lucía perfectamente despeinado, terminándole de dar un look despreocupado y, aunque no quiera admitirlo, bastante atractivo.


— Tu amigo está para comérselo –me susurró Michelle-

— ¿Vamos? –pregunté ignorándola-

— La casa de Max es a unas tres cuadras, no hará falta que vayamos en auto. Iré a buscar unas botellas que compré –ella, al tener 22 años, se encargó de comprar algo de alcohol-

— Hey, te ves muy linda–me halagó sonrojándose-

— Gracias, tu también luces bien.


Nos quedamos en silencio, pero este, a diferencia de los demás, era un silencio incómodo. No sabía qué decir, me limité a mirar al suelo, era la primera vez que me pasaba algo así. Siempre me sentí tan a gusto con él, decidí intentar ignorar eso. Por suerte Michelle no tardó tanto y nos fuimos de allí. Salimos de casa y comenzamos a caminar.


— ¿Nick no viene? –pregunté en voz alta-

— No, dijo que se quedaría a dormir en casa de Melanie.

— Es oficial, todos tienen sexo menos yo –me reí de mi desgracia-

— Oh, ya cállate, ya te tocará –me guiñó el ojo y me revolvió el pelo-

— No, no hagas eso, me cuesta horrores desenredarlo –me quejé haciendo que Dylan se ría-


Seguimos caminando hasta que llegamos a la casa de Max. La música se escuchaba desde la vereda. Entramos directamente puesto que la puerta estaba abierta. Dentro vimos a varios adolescentes pasados de alcohol, Michelle se alejó para llevar las botellas a la cocina, en donde se suponía que estaba Ed, uno de sus amigos que, además de cantar como los dioses, era un experto en preparar cócteles y tragos.

Arrastré a Dylan hasta el patio en donde se encontraban todos los demás, era un lugar amplio y espacioso, Max se había encargado de decorar todo, pequeñas luces de navidad se encontraban adheridas a la pared formando una enredadera preciosa. Luego había puesto un par de lámparas en medio del patio, colocadas estratégicamente para mantener una luz tenue. En el fondo se encontraba la pileta con varios inflables para que, más entrada la noche, la gente se pudiese meter, lo cual era una estupenda idea considerando el calor que había.

Escuché unos pasos acelerados y vi como unos chicos pasaban haciendo muecas graciosas mientras jugaban con estrellitas artificiales, estaban gritando cosas sin sentido debido al alcohol que tenían en sangre. Comenzaron a girar alrededor nuestro mientras bailaban ridículamente, miré a Dylan y comencé a reír. Se fueron tan pronto como llegaron, corrieron hasta la piscina y fueron los primeros en sumergirse de un chapuzón.

Sentí una mano en mi espalda y al voltearme vi a Max, lucía una camisa celeste abierta dejando ver su torso tonificado y unos pantalones negros muy ajustados, rasgados a la altura de la rodilla. Calzaba unas zapatillas a juego con los cordones azul eléctrico. Una vincha con cuernos de diablo de color rojo con purpurina del mismo color adornaba su cabellera rubia platinada. Sus ojos azul cristalino tenían las pupilas un tanto dilatadas, delatando que había consumido algo más que alcohol.


— ¡Linda! –chilló afeminadamente muy cerca de mi oído- Estoy muy feliz de verte –me hizo dar una vuelta- Mira ese vestido, te queda impecable.

— Gracias, Max –contesté algo sonrojada ya que no estaba acostumbrada a los halagos-

— ¿Quién es tu amigo? Es todo un bombón –se acercó rápidamente a Dylan y colocó su brazo rodeando su cuello, atrayéndolo hacia él-

— Se llama Dylan y antes de que intentes algo déjame decirte que no es gay –le respondí bromeando-

— Oh, tú me partiste el corazón –fingió llorar mientras se separaba de él-

— Estoy segura de que ya se te pasará –comenté riéndome, Dylan sonreía tímido sin saber qué decir-

— Si quieres probar, estaré justo allí –señaló a un grupo de chicos que estaban bailando cerca de la pileta, le guiñó un ojo y se marchó-

— Al parecer soy sexy para los chicos gays.

— Eres todo un rompecorazones, O'Brien.

— Lo que pasa es que tú no soportas el éxito ajeno, que a otros les vaya bien ligando –se removió el pelo con una mano con aires fingidos de grandeza-

— Ya cállate –comencé a reír- ¿Vamos por unos tragos?

— De acuerdo, pero contrólate, no quiero tener que cargarte hasta tu casa.

— Lo mismo digo, no vaya a ser que tenga que estar esperando a que termines de vomitar como la otra vez.

Entonces... ¿Me ayudas? (Dylan O'Brien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora