Los días habían transcurrido rápidamente, como si fueran agua escurriéndose entre las manos de la chica. Después de aquel "incidente" (como ella prefería llamarlo) no le había dirigido la palabra a él, ni cuando le llevaba el desayuno, ni cuando recogía los platos o limpiaba su cabello. No se atrevía a observar a Budo a los ojos. No se creía capaz de poder aguantar esa culpa. No quería recordar esa expresión que tanto la había estado atormentando.
Budo, por otro lado, no soportaba ese silencio incómodo que los rodeaba cada vez que bajaba a limpiar su rostro o a ver cómo se encontraba. Quería que ella le hablara, no que le gritara y pegara. Aunque... para ser sinceros, el primero en gritar era el pelinegro.
Él ansiaba escuchar esa voz, que, aunque le causara repulsión, había algo atractivo en ella. La maldad inintencionada de la chica le gustaba de alguna forma... Y tal vez algo estaba mal en él por siquiera pensar en eso.Era de madrugada, e, igual que todos esos días, Ayano apareció en la habitación con un trapo húmedo para limpiarlo del polvo y la herrumbre que desprendían las esposas y se quedaba en las mejillas del chico. Se acercó a él en total silencio, haciendo que nada más las respiraciones de ambos se escucharan en la habitación. La tela rozaba con delicadeza la piel del muchacho, casi como si Ayano no quisiera usar su fuerza por temor a romperlo. Cada vez que la chica se inclinaba un poco, Budo podía tener una mejor vista del rostro de ella. Siempre entraba en detalle con los ojos oscuros de Ayano, su nariz fina y redonda, sus mejillas ligeramente rosadas, su piel blanca, sus labios delgados y rosados... Era algo que no hubiera pensado hace unos días, pero alguna clase de instinto animal parecía estarlo poseyendo poco a poco, apropiándose de su mente y su cuerpo, haciendo que cayera por la belleza de la chica, opacando las acciones de ésta.
En un impulso, sólo dijo lo que pensó, sin detenerse a pensar en las consecuencias.
— Eres rara. ¿Por qué montaste todo un espectáculo para tenerme?
De inmediato se dio cuenta que lo que había dicho había sido estúpido, pues el rostro de Ayano cambió de una expresión serena a una de enojo mezclado con confusión.
— ¿Qué?
— No... nada —titubeó el pelinegro para intentar salvarse.
— Dilo o te golpearé de nuevo.
Budo se palideció, recordando el dolor y ardor que había sentido en ese momento, cuando el cuero chocaba una y otra vez con su blanca piel, abriéndole varias heridas que estarían ahí por semanas. Unas pequeñas lágrimas comenzaron a aparecer, recordándole en la situación en la que se encontraba; no se encontraba en ninguna habitación de ensueño con una chica linda, sino que estaba encerrado en un sótano con una chica violenta. La realidad parecía alejarse cada vez más de él, y tenía miedo por lo que le pasaría si se volvía loco por completo. Loco por ella.
Sabía a lo que se atenía si le decía, pues acabaría golpeado de todas maneras, pero tal vez... tal vez le gustaba la idea de ser maltratado por ella.
Tomó aire, y dejó salir de sus labios lo que llevaba pensando desde hace unos días.
— Que eres rara. Eres rara y eres una maldita por haberme traído aquí. Te odio, y espero que mueras de la forma más horrible posible.
Ahora sí, había cruzado la línea.
— ¡¿Qué mierda pasa contigo?! —gritó Ayano, envuelta en la ira.
El defecto de Ayano era que se enojaba demasiado rápido, y cuando se enojaba parecía convertirse en otra persona. Alguien despiadada y sin corazón, que podía cometer las más graves atrocidades sin respingar.
Tomó el cinturón entre sus manos, delgadas pero fuertes, y comenzó a golpearlo sin piedad alguna. El sonido del cuero golpeando la piel del chico resonaba con fuerza entre las paredes de concreto, al igual que los gritos y quejidos de éste. Las heridas del pelinegro aún no habían sanado, y al tener contacto el cinturón con la espalda y el cuello de Budo, él sólo podía sentir el ardor intenso y las punzadas que recorrían todo su cuerpo. Pero esta vez ya no tenía la mente fija en el dolor, sino en Ayano, aquella hermosa chica que lo había puesto de cabeza. Esa chica que se encontraba golpeándolo en esos instantes era la que ocupaba sus pensamientos. Y no sabía por qué se sentía tan atraído a ella. Le estaba comenzando a gustar que lo golpeara y lo maltratara. Sabía que estaba mal y necesitaba corregirse, pero, rayos... Ella era tan irresistible.
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ESTOCOLMO 「 Ayando」(2018)
Fanfiction«- Esa chica no es lo que parece...» ✨Hermosa portada hecha por @SE0ULRAIN✨