XIII

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     Las vacaciones se habían estropeado, desde el chico llamado Axel, Víctor no nos sacó a pasear. Vanessa tampoco estaba con ánimos, su cara se hallaba frustrada, los libros que llevó los terminó e incluso releyó; caminaba en círculos con el primer libro de la Reina Roja dispuesta a releer la saga. Yo me encontraba inquieta, estaba segura que «Axel» significaba peligro, Víctor no reaccionó bien cuando éste me abrazó y luego medité en las palabras que él le dijo: "Tú no me mandas".

     Cuerdas gruesas se encontraban enredadas, me eran difíciles desatarlas, aún más descubrir el misterio que existía en Trento. Me arrepentí de haber viajado a Italia, hubiera preferido ir a Corea del Sur. La puerta se abrió y de ahí entró una chica muy guapa; su cuerpo estaba muy perfectamente moldeado, la cara muy agraciada y su pelo rubio lo tenía corto hasta los hombros.

     Por instinto, imaginé que sería una ladrona, pero a decir verdad, su ropa se notaba de marca y el cabello era muy fino, su sorpresa fue inmensa cuando nos vio a Vanessa y a mí en la sala de la casa de Víctor. Después sonrió mostrando sus dientes muy bien cuidados; instó a caminar hacia nosotras, aunque Víctor apareció y la tomó del codo arrastrandola a la cocina; en ese transcurso nunca nos dirigió la mirada.

— ¿Y esa chava que hace aquí? —preguntó resentida Vanessa.

— No lo sé Vane, pero lo que sí sé es que tiene algo que ver con Víctor —respondí angustiada—; necesitamos saber lo que pasa aquí.

— Ya estoy harta de Víctor y sus secretos, cuando llegó con sus moretones, estaba dispuesta a curarlo, pero me trató muy feo —sinceró mi mejor amiga un poco triste—. Quiero salir, divertirme y pasear; la universidad pronto toca y no vamos a poder hacer algo, ¿Salimos?

     Esa idea fue tentadora, las redes sociales no me satisfacían e incluso me sentía molesta por ver a compañeros disfrutando en islas, mientras yo me encontraba en una casa aburrida. Sin más, acepté la idea de Vanessa. Fuimos a ducharnos, cambiarnos y Vanessa a depilarse, yo era lampiña.

     En ese breve transcurso, me pregunté qué pasaría si viera a «Axel», él me abrazó sin preguntarme, cuando me vió tuvo una sonrisa, incluso, me rescató de no ahogarme y chocar con una piedra. Aquello no era normal, claramente, por un momento pedí tranquilidad, cosa que no estaba recibiendo.

     Listas para pasear, bajamos y nos encontramos con una discusión no muy bonita. Víctor y la chica tenían los cuerpos muy tensos, se lanzaban palabras hirientes, además, en una ocasión, la chica se abalanzó sobre Víctor diciendo:

— ¡Reacciona! Estás siendo muy sobreprotector. Él la necesita y tú lo sabes —la chica trataba de golpearlo—. Tú bien sabes eso, si no la llevas con él, yo lo haré.

     ¿De quién hablaban? Vanessa compartió la misma pregunta, pues en su rostro se demostraba confusión e incredulidad.

—No te atrevas a sacarla de esta casa, sabes muy bien que él es posesivo —vociferó Víctor alejando a la chica—. Natalia, non me ne frega niente se sei mia sorella; Se non te ne vai, ti faró uscire di qui bruscamente. (Natalia, me importa un comino que seas mi hermana; si no te vas, te sacaré de aquí bruscamente)

     La pronunciación de Víctor fue demandante; miedo se instaló en Vanessa ¡empezó a temblar!, no soportó la discusión y salió corriendo a la cocina. Sus pasos llamaron la atención de los hermanos, primero a ella, luego a mí; Natalia sonrió al verme, se deshizo de Víctor y caminó en mi dirección semejando a un león por su presa, lista para atacar. Él vio su intención, ya que la atrapó por los brazos y la tiró al suelo. Me sorprendí por la fuerza bruta de mi amigo, nunca creí que él hiciera algo así; lastimar a un familiar es imperdonable, tanto físico como verbal.

Mi destino en la boca del lobo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora