XII

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     La aventura fantástica y fabulosa que nos ideó Víctor se basó en un tour por el bosque dirigido por un guapo muchacho de aproximadamente 25 años. Vanessa, como cualquier otra joven de 20 años —incluyéndome— se le quedo mirando en todo el transcurso en el que nos instalamos; las miradas  que le dirigía eran divertidas y más de una vez provocó cierta incomodidad al muchacho. Vanessa no pudo soportar más y le preguntó su nombre.

  — Alessio —le contestó de manera seca.

     Aunque para mi sorpresa también existió un intercambio de miradas entre Víctor y Alessio; por otra parte, además de visualizar al chico, Victoriano y yo mirábamos el paisaje que producía el bosque, árboles y árboles era lo que se podía notar, curiosamente mi minino anhelaba saltar y atrapar sobre los animalitos que había en el bosque, efectivamente eso pasó en una ocasión, iba corriendo hacia un conejo chiquitín ¡Tremendo maratón que eché! En la persecución que se efectuaba entre conejo—gato—humano no me percaté de que me alejé del grupo. El conejito logró escapar y Victoriano se detuvo, en ese instante aproveché para atraparlo y colocarlo entre mis brazos delgados y un poco largos ¡Me perdí! No sabía donde estaba el grupo ni escuchaba voces que me ayudarán a localizarlos.

     Caminé y caminé en busca del grupo, pero nunca imaginé encontrarme algo tan inmenso y majestuoso: un oso. Había oído que si me mantenía quieta el oso no iría por mí, no obstante, Victoriano no conocía esa manera de salvación, así que cómodamente se bajó de mis brazos y empezó a andar capturando la atención del oso "Yogui" (así lo quiso llamar mi yo pequeña). En cuanto se escuchó un gruñido de Yogui, Victoriano se echó a correr y no me quedó otra opción que también correr y alcanzar a mi gato, además de salvar mi vida. El oso debía de medir más de dos metros y yo que no era tan alta se me hacía difícil correr y correr, de esa manera favorecía al oso y me dejaba en desventaja a mí.

     Ya no aguantaba, estaba pensando en rendirme y dejar que el oso me atrapara, pero cuando iba a ceder, un animal me empujó y permitió que chocara contra un arbusto directo al lado izquierdo, gracias a esa acción, el oso siguió corriendo derecho. El animal que me rescató era un lobo totalmente negro, sus ojos plateados brillaban y sus garras resaltaban de una forma reluciente que me aterrorizó la idea de que con ellas me despedazara y aniquilara. Asombrada ya me encontraba, pero este asombro aumentó mas cuando el lobo retrocedió y permitió que me levantara, después de ese acto inclinó su cabeza y una confianza surgió en mí, a lo que insté a tocarlo y acariciarlo.  

     Sus ojos se cerraron y se sentó en la hierba a fin de poder masajearlo más ¡Cuanto desearía Vanessa hacer esto! Era relajante para él, tanto que aulló sutilmente, aunque eso me desconcertó y retrocedí. Me asusté, ese aullido podía tener varios significados para un amante de lobos y fanático de ellos, pero para mí, significaba peligro y huida. Al momento de dar un paso atrás, el lobo abrió sus ojos y se levantó; mis ojos estaban fijos en los suyos , confusión yo transmitía, seguridad él. Como una cobarde, me giré y corrí, necesitaba encontrar a Victoriano y al grupo. En un día miles de sucesos pasaron y no era La Chica Maravilla para enfrentarlos; el lobo me persiguió y me encontré en la misma situación con el oso. Los árboles no ayudaban, aparecían frente mío, las ramas me golpeaban y los animalitos se atravesaban en el camino; procuraba no pisar ninguno, la ardilla se escabullía y la liebre brincaba. Necesitaba a Víctor para que me protegiera y a Vanessa que me reconfortara; aquella vez no se me ocurrió rendirme, el lobo fue el que cedió y se fue a otra parte. 

     Aliviada era una palabra pequeña para describir como me sentía, mis dotes para correr no eran perfectos ni coordinados pero ayudaron de cierto modo a escapar del lobo, claramente ese no fue el principal motivo de mi salvación. Caminar por el bosque era algo divertido y fantástico para los aventureros como yo, sin embargo, mis pies dolían y el estomago rugía, la garganta la tenía seca y los ojos me pesaban. Un oasis sería perfecto, mas no me encontraba en un desierto si no en un bosque, por lo tanto, mi misión fue buscar un río y un nogal. 

Mi destino en la boca del lobo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora