Culpa de Piedra

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De nuevo me encuentro solo en mi mundo de los que no pueden describirse con palabras, ni con imágenes, ni con sonidos. Uno de los que solo se pueden acceder siendo yo mismo. Y aquí todo está dando vueltas, como el mundo real. Todo gira y gira y en las calles se pueden escuchar las voces de Cirus Piedra relatando las trágicas vidas de varios pacientes de hospital. Es ahí donde se fue mi cabeza, donde todo ahora está dando vueltas alrededor. Como si todo el mundo fuera un hospital de anécdotas desdichadas y solemnes. No solo una por cada piso, no solo una por cada habitación, sino cientas por cada una de las anteriores. Aunque no todas son tristes. Hay historias felices también. Pero éstas con el tiempo destilan melancolía al añejarse en recuerdo.

Recuerdo bien haber visto las palabras de Cirus con mis propios ojos. Haber estado entre pasillos oscuros con sollozos e historias en cada rincón de cada habitación. Un hombre paralizado con un suero por intravenosa en un sillón de la sala de espera, porque todos los demás lugares de emergencias están llenos. Una mujer mayor sentada en una silla a medio camino con un cuaderno y lápiz a mano que escribía todo lo que podía de las voces que oía en su cabeza. Un mago con experiencias de trotamundos y de varias mujeres... Sí... a ese lo recuerdo bien, con sus blancos bigotes y manchas de peste roja (o más bien morada).

Se puede aprender mucho de la gente que relata sus historias. Pero poco se puede hacer para cambiarlas. Uno no es más que un espectador. Un oyente. Un lector. Un hombre sentado en la banca del teatro, viendo como otros actores llevan a cabo la historia de la que no puede ser parte, preguntándose con quién de los personajes comparten un mayor parecido. Sí, así es como se le meten a uno las ganas de vivir. No la vida de uno, sino la de los demás. No querés ser el sacrificado estudiante que cambia su calidad de vida por buenas calificaciones, ni el ingeniero que sigue ordenes y resuelve problemas para poder mantener su rutina, ni el profesor que se saca las canas día con día para que sus estudiantes nunca le regresen ni siquiera un gracias. Seas quien seas, vas a querer ser alguien más, algo más, algo mejor, algo más interesante.

¿Qué harías entonces? Pensá: Amanecés y tenés todo lo que has querido siempre. ¿Y ahora qué? ¿Qué sigue? ¿Será que podás descansar en paz de una vez por todas? ¿Estarás feliz de todo lo que has logrado? ¿O te las ingeniarás para pensar en algo que todavía te queda por tener? ¿O quizás rechacés todo lo que se te dió porque no lo merecés, porque no luchaste por conseguirlo? Pues medí bien tu tiempo, porque no todo lo que sueñas se va a cumplir. Menos si te quedás sentado esperando a que te llegue. El reloj avanza, con cada tic seguido de cada tac el tiempo se te agota y no podés detenerlo. Es muy fácil esperar a ver el camino recorrido cuando conocés a viajeros que ya conocieron incontables rincones del mundo, pero no ves que se sacaron los callos en los pies de pisar cada piedra en la grava.

¿Será que tendrás que llegar a un hospital para conocer a todas las personas que no tienen piernas para darte cuenta que las tuyas todavía funcionan y que las podés usar? Entonces caminá. Caminá y no te dentengás. Caminá hasta que no haya camino que quede sin recorrer.

Desvaríos que piensan con los dedos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora