Capítulo 2

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Un bote en la pared y vuelve de vuelta a ella. Tumbada en la cama del orfanato, con los pies descalzos apoyados en la pared blanca del cuarto, alguien juega con una pelota pequeña y vieja.

-¿Quieres parar Cosmins?

La joven le echa una mirada penetrante desde la cama. Sus ojos viajan desde los pies de la muchacha hasta su mirada pasando por todo su cuerpo. Vuelve la cabeza y sigue golpeando la pelota en la pared respondiendo la pregunta.

-¡Para ya Cristina! -Grita la chica que está de pie, irritada. Su mano hace un intento fallido para coger la pelota que acababa de lanzar Cristina. Sin darse apenas cuenta se encuentra con la espalda pegada contra la pared y con una mano de su compañera en el cuello mientras la otra, sujetando la pelota, apoyada en la pared.

-Para comenzar, a mi nadie me da ordenes y no vas a ser tú la primera. -Cristina se acerca a su oído y hablando pausadamente, en tono amenazador, le susurra lo que todo el mundo ya sabe pero que parece ser que aquella chiquilla no lograba entender.- Aquí y en cualquier otra parte, para ti soy Cosmins. Cristina no es sino un nombre más atribuido a mi pasado.

Y esas palabras retumban en la mente de la joven. Sus ojos reflejan el miedo que estaba sintiendo y pronto Cristina la suelta. Ya conocía esa mirada, le traía recuerdos despreciables e intentaba evitarla. Se da la vuelta y le señala la puerta de salida, sin nada más que decir. La joven sale de inmediato de la habitación con la cabeza agachada y expresando su enfurecimiento de forma casi silenciosa.

***

Un orfanato no era el lugar que un niño esperase como hogar, pero para aquellos que no tenían a nadie más que a ellos mismos, era difícil rechistar. Cristina caminaba firme hacia el interior de aquel lugar acompañada de dos mujeres: una era alta y esbelta, con el pelo brillante y muy bien peinado, que caminaba con elegancia al lado de otra mujer un poco más alta pero por los tacones de diez centímetros que adornaban sus pies, además llevaba tal vestido ajustado que su pelo castaño caía por su cuerpo dándola un ligero toque de liberación. Las tres chicas caminaron por todo el lugar, enseñando a Cristina su nuevo hogar y diciéndola que aquel sitio sólo era una parada mientras esperaba a que su nueva familia le recogiese.

-Tranquila, pequeña. Esta casa es sólo como una parada mientras esperas a que tu nueva familia venga a llevarte con ellos.

-No quiero otra familia -dice Cristina en un tono seco y directo.

-¿Cómo? -preguntó sorprendida la mujer de los tacones altos.- Me ha parecido oír que no quieres...

-Que no quiero otra familia -interrumpió Cristina. Desde su posición levantó la cabeza y le miró fijamente a la mujer, desafiante.- Solo quiero a mi familia, pero me ha abandonado y no me ha protegido.

-Cariño, -la mujer se agacha como puede, intentando que no se le rompa su vestido tan ajustado- tu familia no te ha abandonado, ha muerto.

¿Cómo una persona le puede decir a una niña que sus padres han muerto tan fácilmente, sin ninguna compasión? Esa mujer no tenía escrúpulos, ya había dado esa noticia antes, a millones de niños. No era algo nuevo. La niña, conteniendo las lágrimas, corre a una habitación y antes de cerrar la puerta de un portazo, dice:

-¡Me habéis destruido la vida!

Y rompe a llorar detrás de la puerta. Dos niñas que se encontraban en el cuarto la miran extrañadas. Apenas alcanzaban los ocho años de edad y eran, como Cristina, huérfanas.

-Hola. Tranquila, ellas son las malas y no nosotras. -¿De verdad?

A partir de ese momento, nada iba a ser lo mismo en el mundo interior de Cristina. Su fantasía de niña se había esfumado y la ira, el dolor y la furia comenzaba a prenderse en ella hasta convertirse en crueldad.

Te marchas o me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora