Capítulo 2

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Al día siguiente de acostarme con Hugo me llamó una amiga que conocía desde hacia bastantes años, la que consideraba mi mejor amiga, Sally.

Me recomendó una psiquiatra especializada para que me hiciera una nueva receta de pastillas. Las que tomaba eran un infierno, cuando me las tragaba sentía toda mi garganta arder y, minutos después un fuerte dolor de cabeza y de barriga se hacían presentes así que me pasaba las horas de después vomitando en el baño.

La cita era a las 17:30 y eran las 15:47 así que me sobraba tiempo.

Decidí dormir un rato para estar mas descansada y no caer en ninguna tentación.

Al acostarme en la cama sonó el timbre.

—¿Quién será?—Pensé.

Perezosamente abrí la puerta, pero ahí no había nadie. Estaba por cerrarla cuando encontré una caja en el suelo junto a un ramo de flores y lo que parecía ser una tarjeta. Entré en casa y me recosté en el sofá, la abrí encontrándome con uno de mis juguetitos preferidos, un vibrador nuevecito. Decidí leer la tarjetita que había en las flores y oler su delicioso aroma.

*Tarjeta*

Querida Kayla, se que esto te encanta, aunque te gustan mas las de verdad, o más bien dicho, te gusta más la mía ;) Verás, debo marcharme durante unos días. Se me harán eternos sin ti. Se que suena cursi pero es verdad. Te quiero mi pequeña ninfómana

-H-

*Fin de la tarjeta*

—Oh dios mío—Me llevé una mano a la boca.

¿Ha dicho te quiero?...

Entonces el no pensaba lo que yo, es decir, yo creía que éramos amigos con derecho a roce o algo así, pero él no, el me quería para algo más, para algo serio... ¿Cómo no me había dado cuenta?

Me quedé en shock.

Necesitaba despejar mi mente así que decidí darme una ducha con mi nuevo juguetito.

Uno más para mi colección.

Aquel vibrador era perfecto.

La verdad, no soy de esas que cree que dentro de un par de siglos los hombres serán imprescindibles para la raza humana y no harán falta para la reproducción pero la verdad es que la tecnología les comía cada vez más los talones.

Salía y penetraba en mi satisfaciéndome enormemente.

Me encantaba.

Eran las 17:02 así que decidí prepararme de una vez para no llegar tarde.

Cosa RARA en mí y mi impuntualidad.

Me sequé entera con una suave toalla.

Agarré un pantalón corto negro, una camisa de tirantes turquesa con letras negras junto con unas imitaciones de las vans como zapatos.

Después de vestirme decidí ponerme algo de maquillaje y peiné rápidamente mi pelo liso.

Agarré el bolso, solo faltaban diez minutos, me subí al coche y me puse en marcha.

.............

—No te preocupes, tú ninfomanía es bastante usual, no es grave, es decir, considero que con unos antidepresivos y algo de ayuda social no deberías tener problemas para acabar con ella—Comentó la psiquiatra Teiker.

—Qué bueno—Respondí.

—Bien, entonces imprimiré tu receta.

—¿Y cada cuanto tendría que tomármelas?

El diario de una ninfómanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora