Capítulo 3

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"Que no veas lágrimas no significa que no duela"

El sabor a porcelana barata que tanto me repugnaba bailaba por mi boca. Era una mañana común como cualquier otra pero tenía una pequeña diferencia, recuerdos de mi pasado que tenía como olvidados me atormentaban.

*** Recuerdo un traje, copas de cristal y… ¡Champagne! Era una fiesta, había asistido con mis padres. Dentro de lo trivial, para mí había sido un evento especial ya que ellos siempre estaban fuera de casa por el “trabajo” aunque claramente eso era solo una escusa, una pequeña mentira que tenía como objetivo engañar a una niña pequeña, dulce e inocente.

 La verdad de todo esto, no la sé, pero esa es mi intención, averiguarla. No era sorda y como cualquier niña de 6 años, era curiosa. Todos  los días preguntaba a Annie “¿Dónde están papá y mamá?” y ella sieeeeempre respondía lo mismo “Están trabajando.” Mentira. Mentira. ¡Mentira!

Tal vez de aquella no me  habría alterado como ahora. Dudo que me quisieran. Dudo que alguna vez lo hubieran hecho. Dudo.

Era una fiesta de gala, gente “importante” estaba reunida allí. En mi opinión, más que “importantes” ricos egocéntricos. Nunca podía decir lo que pensaba. Era la hija de la segunda familia más rica de allí, “Mancharás tu reputación” decían... En concreto esa fiesta iba dedicada al hijo mimado de la familia que residía en la casa más cara de todo el vecindario. Leonard. Hipócrita. Tanto paripé porque pasaba a ser el heredero de su familia. Muy lógico, el padre fallece y dan una fiesta al niñato consentido. Chorradas sociales que nunca entenderé.  Mi madre estaba guapísima con su vestido de seda y mi padre… Mi padre llevaba un frac, bastante común para ese tipo de celebraciones. Nada diferente.

Aún recuerdo las palabras de aquel día, unas palabras que nunca podré olvidar y que me marcaron para siempre.

"Todo el mundo desea llegar a la felicidad sin miedos de por medio, pero no se puede conseguir un arcoíris sin una pequeña lluvia."

Lo dijo una señora alcohólica, con antecedentes penales y trastornos psicológicos, en resumidas cuentas, mi madre.

La fiesta y prácticamente todo, cambió drásticamente cuando visioné a mi padre y a un hombre, que no llegué a reconocer, intercambiando maletines. ¿Su contenido? Ni idea. A la sazón el hombre sospechoso abrió el maletín que mi padre le había entregado nervioso. Sonrió, hizo una señal al chico del coche y se marchó sin dejar rastro. Consiguientemente mi padre abrió su maletín. Me miró. Se le esbozó una sonrisa melancólica. Esa fue la última vez que lo vi. ***

Y hasta ahí hice memoria.

Lágrimas de PlomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora