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–¿Qué haces? –escuchó que Goku le preguntaba cuando se acercaba de puntillas a la puerta.

Ella se volvió y, al verlo en calzoncillos, descalzo y con el torso desnudo, sintió un intenso calor interior.

–No puedo trabajar aquí –admitió con un patético hilo de voz.

Él se cruzó de brazos y los bíceps se le marcaron. No era justo que tuviera un cuerpo tan perfecto.

–Estabas yéndote a escondidas.

–No quería despertarte.

–¿Cómo piensas volver a casa?

–Caminando.

–Son más de las dos.

–Siempre vuelvo del bar caminando.

–Llévate mi coche.

–Eres muy amable, pero no, gracias.

–¿Por qué te cuesta tanto aceptar ayuda? –preguntó Goku, resoplando.

En lugar de contestar a esa pregunta, ella explicó:

–No tengo licencia.

Goku la miró boquiabierto.

–Todo el mundo sabe conducir. ¿Tu padre no te enseñó?

Su padre tampoco conducía desde que el accidente en la fábrica le había dejado medio cuerpo paralizado, desde entonces, vivían de una modesta pensión en una casa húmeda, en un barrio feo y cada día más peligroso y dependía de ella que las circunstancias cambiaran.

–Lo habría hecho si tuviera coche –gruñó bruscamente.

–Te llevo yo –ordenó, volviendo al dormitorio.

–No hace falta, de verdad –protestó Milk, él ya había hecho más que suficiente.

Goku volvió en jeans y con una camiseta en la mano.

–Es demasiado tarde y voy a llevarte a casa –respondió él con firmeza.

Milk rezó para que se pusiera la camiseta cuanto antes. Llevaba teniendo unas fantasías tan tórridas que temía volverse loca. Pero Goku interpretó su expresión de impaciencia erróneamente.

–No admito discusiones –gruñó, y ordenó–: Al coche.

Milk notó, horrorizada, que se le humedecían los ojos. Llevaba tiempo
agotada y soportando un nivel de estrés excesivo, durmiendo poco pero no pensaba quejarse ni compartirlo con nadie y cuanto antes dejara de fantasear con Goku, antes podría concentrarse en lo que verdaderamente importaba.

Él abrió la puerta del acompañante en tensión para ser alguien tan independiente, que Milk no supiera conducir resultaba increíble. Estaba pálida, y a él le preocupaba todo lo que le quedaba todavía por hacer, Goku habría querido estrecharla en sus brazos y besarla. Nunca había
deseado tanto a una mujer. ¿Cómo podía haberle afectado tanto una fotografía?

Pero no era solo eso, la deseaba cada vez que abría la boca y le hablaba con severidad mientras que lo devoraba con la mirada estaba convencido de que, si algún día acababan acostándose, la experiencia sería inolvidable pero a Milk no le interesaba el sexo casual y él era lo único que quería. La dejaría en casa aquella noche y al día siguiente buscaría otra amiguita con la que jugar aunque la idea lo dejara frío y la imagen de Milk ocupara su mente.

–En cuanto a la fiesta de Lazuli –comentó cuando esperaban en un semáforo–, si es demasiado para ti...

–No lo es –le interrumpió ella, esforzándose por sonreír–. Una vez escriba este trabajo estaré al día. Quiero ayudarte –indicó un edificio y añadió–: Es aquí, a la izquierda.

Todo Por Un Biquini (GoChi) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora