2. Ryder: mentiras

15 1 0
                                    

Cuando pasas demasiado tiempo solo la percepción de la realidad va cambiando hasta ajustarse a la que más le conviene a tu cabeza. Muchas veces pensamos que nadie podría arrastrarnos para hacer una locura, pero las amistades se hacen y sólo necesitan un secreto para que la otra persona haga lo imposible por ti.
En mi caso, yo no fui capaz de entrar en detalles de mi vida con Cavan, pero él resultaba ser un libro abierto la mayoría de las veces.
Mi memoria siempre falla y me cuesta recordar detalles pero aquella conversación la tengo grabada a fuego.
-Me pasé muchísimos años solo-dijo mientras se liaba un cigarrillo-, creía que estaría bien porque así nadie podría hacerme daño. Mi primera novia me utilizó como quiso y las otras chicas se reían de mí. Fue curioso porque cuando perdí los kilos de más que tenía, ellas empezaron a hacer cola para estar conmigo y me dolió. ¡Créeme! ¿Cómo la gente puede llegar a ser tan superficial?
Realmente parecía dolido, así que no le interrumpí.
-Trabajé en una cantera, era un trabajo muy duro. Pero lo hice por la única mujer a la que quiero, mi madre-siguió diciendo.
Cavan hablaba mucho de su madre y siempre lo hacía con bastante cariño, me dio a entender que se había separado de su padre y que con éste no tenía demasiado trato.
-A veces siento que nadie entiende lo que hay dentro de mí-dijo esto muy apenado, sin embargo no tardó en soltar una carcajada.
Aquello me desconcertó, estaba triste. Solo y perdido, entonces ¿por qué actuar así? ¿Quería restarle importancia?
-Bueno, primo. Es que eres un poco raro-le dije tratando de quitarle hierro al asunto-, ¿crees que ascenderemos pronto? Bueno, imagino que tú lo harás antes que yo.
-Nos ascenderán, juntos, supervisores. Nuestro propio equipo, tendremos que ponerle un nombre.
-Juntos-repetí con el fin de acordarme-, creo que el mío será «Los Pingüinos». Me encantan.
-Yo todavía no he pensado nombre para el mío-dijo sin prestarme atención-, pero tiene que ser muy yo. Algo como cabras, ¿qué te parece?
-¿Por qué cabras?
-Mucha gente piensa que estoy loco, es una buena referencia.
-Por cierto. Acabo de acordarme de la pared de tu casa. ¿Todos esos dibujos son tuyos?
-Casi todos, ¿quieres dibujar algo en ella?
-Por qué no.
Nos fuimos hasta su piso, Cavan caminaba siempre con pasos largos y moviendo los brazos excéntricamente. Casi siempre vestía con pantalones ajustados y camisetas anchas fuera del trabajo.
Llegamos al poco tiempo, subir las escaleras me había agotado y la respiración se me cortaba.
Cavan me trajo un bolígrafo de tinta negra y con una sonrisa y los ojos casi fuera de sus cuentas, lo acepté. Pero, ¿qué podría dibujar? Siempre había sido bastante sádico, pero no lo vi correcto. Cavan había hecho un trabajo increíble con aquella pared, así que en una esquina comencé a dibujar un rostro algo demacrado. Mis dotes eran tan malas que el pobre tardó un buen rato en adivinar qué estaba haciendo, así que se puso al otro extremo de la pared para seguir dibujando una gigantesca mano que sostenía una bombilla.
Me acerqué más a la pared y al hombre le dibujé un maletín. En el fondo era un autorretrato mío en el trabajo, cada vez que un cliente me decía que no.
-Parece una cabra-dijo Cavan.
-¿Cómo va a parecer eso una cabra?-repuse enfadado.
-O puede que un cacahuete...
Cavan veía cacahuetes en todos lados, fuera a donde fuese siempre llevaba una bolsa consigo, así que discutirle aquello era inútil.
-Es un cacahuete con sombrero y maletín-le dije mientras una sonrisa aparecía en su cara.
-Lo sabía...

***

Annie me había llamado dos veces, pero no me apetecía volver a casa. Hacía tiempo que con ella ya nada era lo mismo y prefería mentirle diciendo que estaba trabajando para poder ver a Cavan, Pascal y Rita. Me gustaba aquella compañía desinteresada. Me gusta realmente pasarme las tardes después del trabajo escuchando cantar a Rita acompañada de la guitarra de Cavan; también me divertía la forma en la que Pascal hablaba, como si nunca nada fuese demasiado importante. Eso sí, siempre hablaba de comprarse un coche y de abrir su propio negocio. A Cavan y a mí nos había convencido, incluso a Rita, que sentía especial devoción por su nueva amistad con él.
Aquellos días todo eran planes, risas, alcohol y drogas pero también mentiras por mi parte, ellos no sabían absolutamente nada de mí. Nadie se había parado a preguntarme, tan sólo Rita pero a ella intentaba contarle lo justo y necesario, no quería perder la amistad que habíamos forjado.

El traidor que llevamos dentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora