Capítulo 2

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45 minutos y 500 pesos debitados de mi cuenta después por fin puedo bajarme de este taxi con olor a polvo y pino, recorro el amplio jardín en desnivel que precede a mi hogar, abro la puerta y la calidez me abraza haciéndome sonreír.

-Hogar dulce hogar-Digo para mi misma, mi voz sale sofocada por culpa del barbijo que hoy es azul, al igual que mi cartera y mis zapatos.

Me dirijo hacia la heladera mientras me saco los tacones que tengo incrustados en los talones desde las ocho de la mañana y presiono el botón de ''Exprimido de naranja'' segundo después estoy sentada en la isla de la cocina con mi jugo y mis galletas de arroz, hoy es el día semanal en el que Mila no trabaja para nosotros y esto es lo máximo que puedo hacer con mi talento culinario, aun faltan tres horas para que llegue Christopher.

Con el exprimido en la mano me dirijo hacia el antiguo teléfono de linea con teclas por el que me comunico con mi madre, marco su numero pero inmediatamente después me doy cuenta que no hay tono, no me sorprende que este vejestorio no ande, intento un par de veces mas antes de darme por vencida, la paciencia no es una de mis virtudes precisamente. 

Siempre viene bien un poco de relajación antes de ponerse a trabajar ¿no?, comienzo a llenar mi bañera e introduzco en ella mi esencia favorita, nada mejor que un baño con aroma a coco que no solo es exquisito sino que también mejora el cabello y la piel, o al menos eso leí en una revisa hace poco tiempo, y poco a poco voy ingresando y sintiendo como mi cuerpo se acostumbra a la temperatura del agua, desde el panel de control a mi izquierda escojo una playlist de música clásica, la misma que escucho desde que era una adolescente, el cansancio del día cae todo junto sobre mi y yo me dejo llevar por la suavidad de la espuma.

A lo lejos, como entre nubes de algodón, escucho la puerta del garaje cerrarse, el suave pitido de la alarma del automóvil termina de sobresaltarme, ¡Mierda! Me quede dormida, el agua de la bañera ya casi no tiene espuma, y la temperatura ha bajado considerablemente pero gracias a dios el modo automático la mantuvo caliente, sino mañana iba a tener que hacer una vídeo-conferencia con una voz nasal nada favorecedora.

-Amor, ya llegue, ¿Dónde estas?- Grita mi esposo desde la planta de abajo.

-En el baño, en un segundo bajo- Respondí saliendo del agua e intentando no patinarme por los restos de jabón y espuma que aun quedan en el fondo.

Cinco minutos después bajo con mi bata blanca de baño, y me encuentro a Christopher sentado frente a nuestra tele con una copa de vino tinto en su mano derecha, en la pantalla no había ninguna animación, solo se veía una imagen, la bandera de nuestra república. Me siento al lado de el para intentar comprender que es lo que le interesa tanto.

-Llegue un rato antes, la ventaja de ser ingeniero es que no tengo ningún jefe insinuando que tengo que ir semidesnudo a trabajar.-No puedo evitar sonreír ante ese comentario.

-¿Queres uno? Puedo cederte el mío, por vos, cualquier cosa- Respondo irónica.

-ja ja ja, que graciosa. Mmmm traes ese olor a coco que tanto me gusta- Dice acercándose hasta mi cuello aun húmedo.

-Chritopher, concéntrate ¿no estábamos esperando a que hable el presidente?- Respondo señalando nuestro LCD con la cabeza.

  -Si, al parecer van emitir una especie de discurso, seguro alguna nueva ley o inauguración de espacio obras, lo mismo de siempre. 

  - Entonces, deja de hablar a dos centímetros de mi cuello y volve a tu lugar, prestemos atención. 

Escucho como Christopher bufa en mi oreja, al igual que a una criatura a la que acaban de retar, pero por lo visto, no tiene ganas de darse por vencido.

-Joan puede esperar- Dice apagando el televisor con el control remoto.

Yo poco a poco cedo, esta vez, como pasa una vez cada mil siglos, coincido con mi esposo. Cualquier cosa que diga el presidente se podrá ver en diferido, en calidad 3D, a cualquier hora y desde cualquier dispositivo, seguramente lo haga luego cuando mi celular vuelva a funcionar, digo para mi misma, pero estos momentos de relajación absoluta, sin interrupciones de ningún tipo no ocurren muy a menudo y debo aprovecharla.

Una hora y media después estamos tendidos en el sillón de tres cuerpos de nuestra sala de estar solos tapados con la manta rustica siempre tenemos a mano para nuestras películas de fin de semana, totalmente despreocupados y ajenos a lo que ocurría a pocos kilómetros de nuestro hogar y creo que no somos los únicos que aun estamos en una burbuja, ojala tengamos algo a que aferrarnos cuando esta explote.

E.C.O.Where stories live. Discover now