DEFUNCIÓN

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"El show debe continuar...", escuché repetidas veces esta frase. Es cierto que somos tan insignificantes en el universo, pero tan indispensables en nuestro propio mundo. "El show" es el universo, y pase lo que pase en tu pequeño mundo, su transcurso debe continuar".

Tratamos de aferrarnos a creer en algo superior a nosotros, ya sea en sabiduría o en poder: nos cegamos a la verdadera esencia de la vida y a nuestro verdadero potencial como ser humano, somos tan fuertes y cobardes a la vez, nos da miedo enfrentar que estamos solos, nos da miedo que después de la vida ya no haya un "más allá", creemos ser libres, mientras vivimos encadenados a una fe necesaria para tener un "motivo" por el cual vivir el día a día.

Yo era un joven cualquiera, con virtudes y defectos, algo tímido y muy distinto a mi familia. En casa eran creyentes empedernidos de Dios, siempre que podían le rezaban y veía que esa acción los tranquilizaba; pero yo, simplemente, tenía otra forma de creer en "Dios".

Una noche de discoteca y tragos, volviendo a casa con unos amigos, una tragedia sucedió.

Desperté en una sala de operaciones, veía a mi alrededor, no había gente, me levanté de la cama, mis pies descalzos sintieron el congelado suelo, comencé a temblar, el ambiente era demasiado gélido.

Caminé por un pasillo estrecho dirigiéndome a la salida, toda la ciudad se encontraba abandonada, con un tono grisáceo, parecía que el tiempo pasaba rápido, oxidando los autos y desgastando todo frente a mis ojos, no lo podía creer, me sentía confundido y asombrado, no tuve reacción alguna. Traté de llegar a mi casa, tal vez encontraría alguna respuesta. Cada paso que daba era como diez años que pasaban sobre la pequeña ciudad.

Al llegar, vi los cuadros y estatuillas de santos y de Jesús, justo en ese momento un miedo me atrapó, cerré los ojos tratando de acordarme una de las tantas oraciones que me obligaban a rezar, pero era en vano. Mi mente estaba completamente en blanco, desesperado corrí hacia el baño, todo estaba en ruinas, el espejo aún se mantenía en la pared. Observé detenidamente mi rostro, estaba esquelético, mi piel se había aferrado tanto a mis huesos que apenas podía reconocerme, me toqué, sentí cómo los gusanos se alimentaban de mi cuerpo, no aguantaba más, grité fuerte: "¡Mamá, papá!", los sollozos se convirtieron en llanto incontrolable, era una pesadilla.

Me limpié las lágrimas, al darme cuenta todo había desaparecido, me encontraba completamente solo, todo el miedo que sentía se intensificaba con cada golpe que sentía en la mente, al momento que una voz en mi cabeza repetía: "Te quedarás con lo que creíste".

Gritaba, me tapabalos oídos con los dedos hasta el punto de lastimarme, no quería escucharlo,pero seguía repitiendo la misma frase tantas veces que, después de tanto lucharconmigo mismo, decidí prestarle atención: "Te quedarás con lo quecreíste", fue en ese punto que lo entendí, yo siempre pensé que"Dios" éramos nosotros mismos, es decir, yo era mi propio"Dios", yo creía en mí, y al final me quedé solo, no quise aceptarloa un inicio, pero sabía que no había vuelta atrás, estaba condenado a"vivir" solo por los siglos de los siglos.    

TrastornoWhere stories live. Discover now