Clint Barton

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Título: "La flecha"

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Era un día bastante ajetreado. Primero, Tony me había hecho escuchar una de sus malditas charlas sobre su nuevo traje perfectamente diseñado para soportar grandes golpes y con una velocidad de reacción aún mayor. Después, Rogers me envió a una misión casi al otro extremo de la ciudad, de la que regresé con más heridas que ganas de seguir viva en aquellos instantes. Por suerte, Wanda se encargó de curar todos mis golpes y poner hielo sobre los hematomas más graves que traía. Creo que fue la única que se preocupó por tratar de que me recuperara, porque ninguno del resto acudió a mi encuentro cuando me desmayé en el pasillo.


-Creo que debes descansar un poco, ____ - escuché decir a la brujita desde mi habitación. Me había dejado en el baño mientras me curaba - Seguro que mañana Steve vuelve a enviarte a otra misión - continuó. Ahora estaba delante de mis narices.


-Pediré la baja si me rompo algún otro hueso - respondí casi en un bufido. Era claro que el Capitán no sabía mi estado en estos momentos.


-Para mí que deberías entrenar más. Creo que Natasha podría ayudarte en eso.


-Nat no me entrenará. Nat me someterá a una tabla entera con ejercicios de tortura masiva para que me convierta en una máquina de matar como ella - espeté de golpe. A veces la pelirroja era muy dura en sus clases de entrenamientos.


-A veces me das miedo con tú forma de describir a alguien - ella reía en un tono bajo de voz, como con vergüenza - Vamos, te darás un baño y te esperaré para desinfectar esos cortes.


-Gracias, Wanda.


Cuando salió del cuarto, me quité el uniforme. Estaba todo rasgado y lleno de sangre de mis heridas. En eso, yo también estaba hecha un desastre. Polvo, tierra, barro y sangre me cubría manos, brazos y cara, formando una capa de suciedad en toda la zona. Cuando prendí la ducha, me metí en ella, sintiendo el agua caer sobre mí y relajar mis músculos, aliviando un poco el dolor de mis golpes. Dejé salir un suspiro agradable que me hizo apoyarme contra la pared con mis manos y dejar que el agua hiciera lo último.


Poco a poco salí de allí, envolviendo mi cuerpo con la toalla, y secando mi pelo con otra más pequeña. Me sequé todo lo bien que pude antes de colocar sólo mi ropa interior y salir hasta la bruja, que me esperaba con un botiquín encima de la cama y ella preparando todo para curarme.

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