Añoro volver a despertar ese sábado para hacer todo lo contrario. No voy a ese cumpleaños, no me quedo en el balcón conversando con él, no derramo mi copa de vino, no me quedo escuchándolo, no le hago caso, no respondo "fue mi culpa porque me curé". No sucede lo que sucedió.
Pero ya es tarde. El tiempo no se retrocede.
Salgo a caminar para ver si me encuentro con la calma, mientras escucho alguna canción que se transforma en agresiva, y la paz que tanto busco, se deshace entre humillaciones y venganzas ficticias, entre la ira y el desahogo de romperle el cráneo con un bate, o acuchillarlo en el pecho mirándolo a los ojos mientras muere. Se desvanece la tranquilidad y mi corazón se acelera, mis manos se empuñan rígidas, los pasos se apresuran para salir corriendo. No hay escapatoria.
En casa intento todo para tratar de que este nudo que siento permanentemente en la garganta desaparezca, pero ni mis fantasías asesinas, ni mis pesadillas, ni la psicomagia, ni mis gritos ahogados bajo el agua de la tina logran desatarlo. Nada funciona.
Hoy lo veré de nuevo y en mi cabeza escucho gritos, mientras me desintegro lentamente. Voy al baño y vomito. Lloro mirando los azulejos del piso y quisiera quedarme perdida en su reflejo, pero debo ir.
Su sola presencia me genera incomodidad. Sus gestos se vuelven siniestros, sus manos se acercan peligrosas, como aquella noche. Lo peor es su voz. Me retumba en el cuerpo. Me quedo sin aire y el miedo me paraliza.
Quiero correr, pero no lo hago. Quiero detenerlo, pero lo dejo continuar. Y luego, el silencio. Ya no hay más dónde esconderse.
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Cuentos Aleatorios
Short StoryCuentos sin conexión más que las ansiedades, las angustias y los sueños. Foto portada: Extraído del extinto Boletín de Contrapsicología El Rayo que no Cesa. (vía : https://primeravocal.org/mujer-y-locura-de-conchi-san-martin/)